domingo, 31 de mayo de 2009

Déjame Entrar

Llevaba muchas semanas dudando y al final no decidiéndome a ir a ver “Déjame Entrar”. Las críticas que he ido leyendo desde que se estrenó leía no podían ser mejores, lo mismo que todos los comentarios que he podido oír, pero por otro lado no acababa yo de verme yendo a ver una película de una niña vampiro.

Al final me he decidido, y a pesar de no haberme estudiado aún el papel para el ensayo de mañana, porque no quería que me pasara lo mismo que con “Cuento de Invierno”, que cuando he querido ir ya no estaba en cartel.

Si no me he salido a la mitad es que tiene que ser muy buena para quien sepa juzgar y disfrutar este tipo de historias. Varias veces he estado a punto de levantarme, porque no acababa de entender qué hacía allí, pero he aguantado hasta el final. He aguantado porque cuando me iba a ir algo sucedía que “me obligaba” a quedarme, y así hasta el final. Y eso que le había prometido a R que le iba a tomar las capitales de Europa, y ya se me estaba haciendo tarde.

¿Eso quiere decir que es buena? No lo sé, la verdad, no tengo elementos de juicio. La historia está bien hilvanada, sí, pero como sé que los vampiros no existen me cuesta trabajo meterme y descubrir qué me quieren decir con ella el director, el guionista, o quien sea. Por qué sí parece que quieren decir algo, y algo que parece que tiene que ver con la fuerza del amor por encima de todas las cosas. Pero no estoy seguro.

Después del día que ha hecho también costaba meterse en el clima, en las imágines de Suecia con dos metros de nieve, lagos helados y temperaturas bajo cero. ¡Qué pereza! El otro me hablaba SA, que a lo mejor se viene a trabajar a Madrid desde Estocolmo, de la retribución no salarial que perdía por no tener tiempo y dinero para ir a congresos, para investigar… Todo eso vale dinero, me venía a decir. ¿Y la luz solar? Eso sí que vale dinero, pensaba. No llegué a decírselo. Espero que no haga falta, que se venga y que él mismo lo compruebe.

El viernes en Cercedilla, mientras seguía con la autobiografía de Chesterton, al levantar la vista para casi inconscientemente repasar los libros que M tiene en su casa, me topé con “El Viejo y el Mar” que no había leído. Dejé al inglés –porque era mucho más inglés que británico, por lo que parece- y me zambullí en el mar de Hemingway, que aún en una traducción pésima me atrapó por completo. Yo le tenía mucha manía a Hemingway, no sé por qué, y no había leído nada suyo, pero la historia de ese viejo luchando contra sí mismo por sí mismo me ha parecido de lo más rica, de lo más sugerente. Hace mucha ilusión descubrir a los 37 lo que todo el mundo sabe porque descubrió a los 16.

Las fotos de las praderas y de los árboles me están trayendo más de una coña, pero la blackberry da mucho juego y voy a seguir trayéndolas cuando me parezcan bonitas. Esta, por ejemplo, me lo parece:


Desde otro punto de vista completamente distinto, algo remarcable de este fin de semana es que -por fin- he bajado de los 100 golpes en 18 hoyos. A los que no jueguen esto les parecerá el típico coñazo de los de la secta del golf, pero yo estoy encantado. Fueron exactamente 98 golpes (47 en la primera vuelta y 51 en la segunda), puntuando en todos los hoyos y sin perder ninguna bola.

Estoy encantado de la decisión que tomé allá por noviembre de probara a ver si esto me gustaba. Me gusta, lo que no sé es por qué me gusta. Un día de estos que me aburra escribiré algo sobre lo que creo que tiene el golf que lo hace tan distinto de otros deportes.

martes, 26 de mayo de 2009

Suite Francesa

“… Y lo mismo ocurrió con los austríacos, los belgas, los ingleses, los rusos, los turcos y a continuación los italianos. En una semana, veinte millones de hombres civilizados, ocupados en vivir, en amar, en ganar dinero, en labrarse un futuro, han recibido la consigna de interrumpirlo todo para ir a matar a otros hombres. Y esos veinte millones de individuos han aceptado esa consigna porque se los había convencido de que era su deber.

Veinte millones, todos de buena fe, todos de acuerdo con Dios y con su príncipe… Veinte millones de imbéciles… ¡Como yo!”

Así narra Gabriel Chevalier, en “El Miedo”, el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Me parece complicado contar de una manera más clara la absoluta estupidez de ir a una guerra para matar y para morir en nombre de una nación y de una bandera. Sólo añadiría que esos veinte millones fueron a matar a otros tantos que no les habían hecho nada, ni a ellos ni a nadie que ellos conocieran, y para defender unas fronteras que en la mayoría de los casos ni siquiera sabían dónde estaban porque no sabían leer los libros en los que esas fronteras se habían dibujado. ¿Dónde empezaba Alemania y dónde terminaba Francia? Es importante saberlo, porque al de más allá de la línea hay que matarlo porque es alemán.

Me recomendó este libro un dependiente de Fuentetaja, según sus compañeros el más leído de todos, cuando vio que me llevaba Suite Francesa, de Irene Nemirosvski. “Nunca se ha escrito nada tan bueno sobre la guerra”, me dijo casi sin dejarme opción, obligándome a llevármelo. Es cierto que por ahora lo he dejado un poco de lado porque de la guerra me interesa sobre todo el “por qué”, o más bien la falta de él, y no tanto el “cómo”, pero el comienzo es insuperable.

Tenía sentido además empezarlo justo al terminar Suite Francesa, que describe - no sé si con exactitud pero sí con un gran realismo y de una forma muy sugerente- la reacción de los Parisienses y en general de los Franceses en los primeros días y meses de la ocupación nazi. Nemirovski terminó muriendo, como su marido, en Auschwitz. Y pone los pelos de punta intentar ponerse en su lugar para saber qué pensaría de lo que había escrito poco antes de ser deportada al campo de concentración.

Porque en la novela, en buena medida autobiográfica, se cuenta cómo una joven francesa que tiene a su marido en un campo de prisioneros acaba por enamorarse del teniente alemán que a la fuerza ha tenido que alojar en su casa. Al fin y al cabo es un hombre, un hombre que no sabe muy bien por qué está allí, que preferiría estar en su casa con su madre, que sufre la guerra tanto o más que los ocupados. La novela se quedó sin terminar, y las hijas de la autora lo encontraron hace poco y lo publicaron, junto con algunas de las cartas que su padre había dirigido a medio mundo intentando sin éxito salvar a su mujer.

¿Qué pensaría Nemirosvski de su joven teniente durante sus últimos días en Auschwitz? ¿Llegaría a odiarlo, contagiándose de ese absurdo de la guerra que lleva a odiar a una persona por pertenecer a la misma nación que otra? ¿O sería capaz de seguir viendo a la persona por encima del resto? Pero por otro lado, su querido teniente había matado a decenas de franceses, y más aún que franceses, personas… Qué complicado.

Las cartas de Michel Epstein intentado saber qué ha sido de su mujer son, de verdad, para no dormir. Retratan a un hombre completamente desesperado, que se enfrenta a la locura de no poder hacer nada, de tener que estarse quieto, de no tener más cartuchos que gastar para encontrar a la persona que más ama, a lo que más le importa en el mundo. Me imagino que descansaría al morir. Ambos eran judíos, y ambos se convirtieron a la fe católica, lo que por cierto no les salvó del exterminio.

Hay veces que parece que todos los papeles que le llegan a uno responden a un guión. Pensando en estas cosas me topé en Cercedilla con las palabras que pronunció Sabina al recibir la Medalla de Madrid, y que me encantaron. Casi al final, dice:

Madrid es la ciudad más hospitalaria, más callejera, más amable y más abierta del mundo, una ciudad donde es inconcebible imaginar a los madrileños desfilando detrás de un himno o con una bandera de Madrid. Y eso es estupendo. ( www.joaquinsabina.net/tag/medalla-de-oro)

A partir de ahora voy a intentar escribir sobre los libros que lea. N, anda, estírate (si es que sigues siendo fiel al blog) y créame una pestaña nueva...

domingo, 24 de mayo de 2009

Vacaciones de Ferragosto (Pranzo di Ferragosto)

Sé que es una tontería, pero siempre he pensado que era una excepción entre el público del los Renoir. Me daba a mí que, por aquello de que las ideas se agrupan en listas cerradas, lo de ir al cine en versión original era una costumbre progre y que debía de ser de los pocos que votaran al PP, y el único que diera charlas de apologética.

Por eso hoy me he quedado a cuadros cuando nada más sentarme he oído a las señoras de al lado hablar del P.F. y de la cena benéfica para el proyecto de Tierra Santa. Ha sido extraño, porque de repente no estaba solo como siempre, casi aislado. De hecho he dudado mucho antes de pedirles que se callaran, y al terminar la peli he salido corriendo, porque me ha dado miedo que me reconocieran. Pero es que ya no aguantaba, si algo me saca de quicio es la gente que comenta lo que pasa en la peli: "mira qué mala es", "¡Otro vaso de vino...!" "Sí sí, ya verás cómo no vuelve...! Me han mirado mal cuando les he llamado la atención, pero se han callado casi del todo.

¿Y la peli? Italiana, muy italiana. Y tierna, intimista, casi íntima. No es una historia siquiera, es una foto. Una foto preciosa de una vida normal pero preciosa. Es como esas fotos de detalle, esas fotos que se acercan tanto a la realidad que descubren lo bello que hay en todo, incluso en lo que desde lejos parecía ordinario. De alguna forma es la mirada del que lo mira lo que puede hacer que sea especial. Salvando las distancias, como la pradera del otro día o como este árbol del viernes.



En este caso la mirada es la muy personal de Gianni Di Gregorio que es a la vez el director, el guionista y el actor que encarna al protagonista, que también se llama Gianni. Además es divertida, sin para ello tener que caer en la patochada, en la grosería o en la exageración, que son los recursos más fáciles y más comunes.

Releyendo todo esto me doy cuenta de que quien lo lea puede pensar que es una obra maestra, y no es para tanto. Es muy bonita, ni más ni menos. ¿Como para ir a verla? Sí, sin duda, pero en italiano porque es la típica comedia que un mal doblaje puede destrozar del todo. Sobre todo las voces de las ancianas, que en la versión original quedan preciosas pero que en cuanto se hagan un poco forzadas pueden hacer los diálogos insoportables.

Escribo esto con la tele puesta de fondo. Como castigo por ello ha aparecido de repente en mi salón el anuncio electoral del PSO, el de cura que dice que en Europa sólo cabe una religión, el del skin que dice con cara de querer matarlos que los homsexuales son unos enfermos, o de la francesa que tomando el té dice que cree en la pena muerte. "lo malo no es lo que creen, es lo que votan" termina diciendo el anuncio. Si ese anuncio no es ilegal es que la ley que regula los anuncios electorales es mala. Yo voto al PP, y considero que con ese anuncio me están insultando y además de la forma más burda.

Lo peor es que seguro que funciona, y eso no dice mucho de los motivos y las razones por las que la gente vota a un partido o a otro. No es la primera vez que usan ese recurso y si lo rescatan por algo será. Fue la famosa campaña del buldog, la del PSC en las últimas elecciones... De alguna forma es como los anuncios de detergentes, que no sabes cómo la gente se los puede creer, pero que si los siguen poniendo es porque se los creen.

Mucho más bonito es el libro que he empezado a leer, la autobiografía de Chesterton que compré hace mucho y que tenía por ahí olvidada. "Un reloj de sol sólo marca las horas soleadas".

miércoles, 20 de mayo de 2009

El feto de la Ministra

No me resisto, lo siento.

La Ministra Aído ha afirmado que un feto de 13 semanas "es un ser vivo, pero no un ser humano". LLevo una hora, desde que he leído la noticia, debatiéndome entre el descojono y el cabreo.

Vale. Aceptemos por un momento la tesis de Aído, y rápidamente pidámosle la alternativa. Señora Ministra, si no es un ser humano, ¿Qué tipo de ser vivo es? Ayer estuve en la Clase Pública de A, y a sus 5 años ya sabe diferenciar entre vertebrados e invertebrados, maníferos, aves reptiles, insectos... Sabe incluso que el delfín "nos engaña" porque nos hacer creer que es un pez, sin serlo.

El feto de Aído, entonces, ¿Qué es? ¿En qué familia de seres vivos lo situamos? ¿Es un mamífero, al menos? O sí, o no. Si lo es, ha de serlo de algún tipo, ¿No? ¿Y si no lo es? Ojalá estas cuestiones no se quede en el aire, ojalá alguien que tenga acceso a ella se lo pregunte. Aunque lo peor es que si alguien lo hace le dará igual descubrir, si es que lo descubre, la soberana estupidez que ha dicho.

Aunque no pasa tanto, gracias a Dios lo que el feto sea no va a depender de lo que la Minsitra Aído diga que es. Entre otras cosas porque sería gracioso que lo que esta indocumentada dijera tuviera que afectar a todos los fetos de 13 semanas que en la Historia ha habido y habrá (A no ser, claro, que se refiera sólo a los fetos españolesal, que todo puede ser) La verdad reside en la realidad, y las cosas son lo que son independientemente de lo que nosotros - y la Ministra- pensemos sobre ellas.

Todo esto sería muy gracioso si esta pobre mujer no tuviera la capacidad de promover leyes, leyes que nos guste o no acaban generando comportamientos, comportamientos que pueden destruir vidas.

No he llegado a forjarme una opinión sobre si esta gente verdaderamente sabe lo que está haciendo, llevo mucho tiempo pensándolo pero he llegado a nada claro. A veces pienso que lo que pasa es que todo les da igual, y que Aído dice estas cosas justo para que nos rasgemos las vestiduras, entremos al trapo y nos olvidemos de que están intentando combatir la mayor crisis económica que ha tenido este país subvencionando la construcción de carriles bici por todos los ayuntamientos de España.

Ese debe ser, por cierto, el nuevo modelo productivo de España. Esto va de puta madre.

domingo, 17 de mayo de 2009

Genova

Hoy me he reconciliado con el plan este mío de ir al cine los domingos. Y no porque la peli sea especialmente buena, sino porque de repente me he encontrado disfrutando mucho de terminar este fin de semana largo dando un paseo por Génova, donde no he estado nunca.

También he disfrutado del paseo en moto hasta el cine, y luego a la vuelta: da mucho gusto ir sin guantes, y sentir el aire fresco pero no frío en la cara. Además, como le he puesto los cuernos al Turkito con Kentuky Fried Chicken, también he disfrutado de la subida y luego la bajada por la Gran Vía. Esto de vivir en un pueblo tiene sus cosas buenas, y una de ellas es que se disfruta más de Madrid cuando se va.

¿Y la peli? Porque últimamente una de las cosas de las que se me acusa es de contar mi fin de semana y pasar de comentar la película. Pues la peli no está mal si no se tiene nada mejor que hacer, pero nada más. ¿Algo que merezca la pena, o sobre lo que llamar la atención? Pues el comienzo, que es brutal. Y Génova, una ciudad por la que apetece perderse, una ciudad que da la sensación que sólo se puede disfrutar viviendo en ella, no visitándola. Y la angustia de la incapacidad de hacer que vuelva el ser más querido. Y la hija mayor del protagonista, que está como un queso... Y ya está, poco más. Ah, no, y la música. La música es preciosa. Y unos versos de Shakespeare leídos en un inglés gozoso.

Esa angustia de Mary me ha hecho pensar, en algunos momentos, en algo a lo que llevo dando vueltas estas últimas semanas. Se trata de la casi infinita fragilidad -si es que puede haber una fragilidad infinita - de la vida tal como cada uno la vive. De lo fácil que es que de repente pase algo que lo cambie todo, absolutamente todo, y para siempre. No quiero seguir por aquí, creo que la idea está clara y si lo pienso mucho esta noche no duermo, que me conozco

Quería haber ido a ver Ponyo en el Acantilado, una película japonesa de dibujos animados que todo el mundo pone por las nubes, pero que ya sólo ponían a las cuatro y a las seis. Tampoco lo tenía además tan claro, porque me parecía ya un exceso de snobismo ir al Princesa yo solo a ver en versión original la historia de un pececito que se queda atrapado en un bote de mermelada. Y luego verme obligado, encima, a decir cosas profundas sobre ella. No, uno tiene que ponerse sus límites

El fin de semana ha sido maravilloso. El campo está precioso, no sé si está todo más frondoso que nunca o sólo me lo parece a mí. Y la hierba tiene un color -más bien unos colores- que casi da pena pisarla con el caballo

Di un paseo por la otra ladera del Pico de la Golondrina, y al pasar cerca de la finca que hay allí me encantó cómo se acercaron los caballos a cotillear.


Ha sido un fin de semana especial también porque hemos estado solos con los niños, y me ha encanto ver como R redescubre que se lo puede pasar fenomenal con nosotros y con sus hermanos. Estuvimos solos casi todo el tiempo, porque el sábado vinieron a comer A y G. Parece mentira, pero A no había estado nunca en casa. Después de comer G quiso echar un futbolín, a lo mejor tenía que haberle convencido de que no lo hiciera, entre otras cosas para ahorrarle esto:

Pobre...

Yo hoy no me he bañado porque M me dijo la semana pasada que ya no estaba para esos trotes y que mi malestar gástrico podía tener su origen en la machada del pasado domingo, pero han sido los niños los que han inaugurado la temporada de verano.


Mañana o pasado escribiré algo sobre el libro que acabo de terminar, sobre el que empecé ayer mismo y sobre el discurso que Joaquín Sabina pronunció al recibir el viernes la medalla de Madrid.

domingo, 10 de mayo de 2009

La Sombra del Poder (State of Play)

Si consiguiéramos que fueran a verla muchos chavales de 18 años, esta película por sí sola levanta la demanda de periodismo para el curso que viene hasta ponerla en niveles que sólo se recuerdan en la mejor época de "Periodistas".

Qué gusto ir a ver una película americana. State of Play es americana no sólo porque la producción es americana o porque el director y los actores son americanos; es americana por el ritmo, por la trama, por cómo según se acerca el final se te va poniendo el corazón en un puño intentando poner todo de tu parte para que al final triunfe la justicia y la verdad. No sé porqué me da a mí que esta no está subvencionada por el Ministerio de Cultura ni por el INCAA.

Y luego está esa cosa que tienen los americanos: sus periódicos, sus congresistas, sus presidentes, sus asesinos incluso... Son muy distintos de los nuestros. Por más que lo intento no me imagino toda esta historia protagonizada por Martínez Pujalte, no sé por qué. En cambio cuando veo en la tele a un congresista americano me lo imagino perfectamente metido en una de estas tramas mundiales que mueven miles de billones de dólares. Y con los actores me pasa lo mismo, a Jorge Sanz sólo soy capaz de verlo como Alejandro Sanz, y en cambio a Russell Crow me lo creo perfectamente de reportero del Globe. Y no puede ser sólo porque Alejandro Sanz sea un actor pésimo, de esos que el otro día con D comentábamos que dar vergüenza ajena. Tiene que haber algo más, pero no sé lo que es.

Hablando de actores malos, hoy me he acordado de nuestro querido C, en la expresión esa que siempre utilizaba de "periodismo de raza" y en cómo se pasa las horas en el Congreso (en el nuestro, que tampoco se parece demasiado al de Washington) intentando sacar a la luz la verdad. C se creía, y se cree, lo del periodismo de raza. Espero que haya ido a verla, y si no espero que G le diga que vaya.

Lo peor ha sido al salir, he pasado con la moto por delante de El Turkito y he visto a mi amigo, el camarero que ahora se ha quedado de jefe. Estoy seguro que con mis 5 euros semanales del Superkebab mixto no se hacían ricos, pero me da un agobio enorme haber dejado de ir. Pero es que me he dado cuenta que un kebab con extra de salsa a las 11 de la noche no puede ser bueno.

Este fin de semana además quería escribir sobre Patxi López, porque me ha parecido un muy buen síntoma que tenga cabrado tanto a Urkullu como a Edurne Uriarte. Ya que va a ser imposible (Porque lo es, de eso no me cabe la menor duda) contentar a todo el mundo, creo que su objetivo debería ser cabrear a todo el mundo por igual. Pero no, más que un objetivo eso es un indicador: si todos están igual de cabrados significa que la cosa va bien.

Además uno estaba cabreado por el fondo y la otra por la forma, lo cuál es aún mejor. De hecho si la cosa fuera al revés es que algo no funcionaba. Qué complicado lo tiene, pero qué importante es que lo haga bien. En estos días he estado a punto de escribirle para desearle suerte y para ofrecerle mi ayuda, pero al final -cosa rara en mí- me he rajado.

El que me ha sacado de quicio es Javier Elzo, al que vi el viernes en Informe Semanal después de comerme la que sin duda es la mejor hamburguesa de Madrid. Venía a decir esta especie de Sociólogo oficial del nacionalismo que lo grave iba a suceder de aquí a siete años, cuando comprobáramos cómo los nacionalistas habían digerido la traición que estaba teniendo lugar ahora. Era algo así pero mucho peor, sonaba a esas amenazas sieniestras que tan bien conocemos. Pero es lógico, Elzo es el prototipo de carrera forjada a sueldo del nacionalismo, no sé si alguien que no sea Nacioanlista y con dinero público le habrá pagado alguna vez algo... Puede ser, pero seguro que para vivir no le habría dado.

Me gustó mucho el poema de Wiskawa Szymborska con el que López termino su discurso bajo el árbol de Guernika (no voy a hacerme el guay, nunca había oído hablar de esta escritora polaca):


Nada es dos veces
Nada sucede dos veces
Y es lo que determina
Que nazcamos sin destreza
Y muramos sin rutina


Ningún día se repite,
Ni dos noches son iguales
Ni dos besos parecidos,
Ni dos citas similares


Entre sonrisas y abrazos
Verás que la paz se fragua
Aunque seamos distintos
Cual dos gotas de agua


Me encantó cuando lo oí. En seguida me fui a googlearlo y le he estado dando vueltas todo el fin de semana. Esta tarde, corriendo, he tenido por fin que admitir ante mí mismo que era bonito pero vacío, que en el fondo no decía nada.

Esta tarde ha quedado formalmente inaugurada la temporada de piscina de los Sáenz de Miera Méndez. Después de correr me he dado un baño, lo que ha producido caras largas en mis hijos durante media hora porque A, como siempre más sensata que yo, ha dicho que ni loca les dejaba imitarme

A ver qué tal se da la semana. Es corta, pero nunca se sabe si eso es bueno o malo hasta que no ha pasado. Con suerte el lunes ponemos en marcha una nuevo obra de teatro, "La Cena". Una gozada, si la cosa va para adelante no será la última vez que salga en este blog.

domingo, 3 de mayo de 2009

El Niño Pez ( Y el niño torero)

Me tenía que haber quedado con los niños viendo Kung Fu Panda. Según iba viendo aparecer en la pantalla logotipos de instituciones que habían subvencionado la película, me iba temiendo lo peor. Y no es que haya sido horrible (de hecho he aguantado hasta el final) pero tampoco aportaba nada. Los de al lado se hacían cariñitos, pero era esa una solución que no estaba a mi alcance.

Y además, de nuevo esta semana estoy sin nada interesante que decir. Bueno en realidad eso no es verdad, sino que todo lo interesante que tengo que decir –que es mucho, puedo asegurarlo- no lo puedo decir aquí. Ni de lo personal, ni de lo profesional, ni de lo familiar. ¿Y entonces? No, no voy a empezar con las reflexiones absurdas de la semana pasada.

A grandes males, grandes remedios. Sin prolegómenos, sin anestesia: ahí van mis fotos de torero. Si esto no levanta el blog es que nada puede hacerlo.

Son de Deba, del día del niño, yo debía de tener 11 o 12 años. La vaquilla es más grande de lo que parece, y mi faena fue recordada en el pueblo durante bastantes años, ya siendo mayorcito aún había gente que por la calle me llamaba “maestro”. No fue mérito mío, todo lo que sé me lo enseñó “El Tinto”, un torero local que me temo que no debía su apodo a los trofeos sino a las copas.

Además hoy ha sido un día duro, A me ha acusado de solucionar todos los menús añadiendo un huevo frito. Y eso no puede dejar indiferente a nadie, menos a mí.

Pero el fin de semana ha sido precioso. Creo que es la tercera vez que llega la primavera este año, aunque en esta ocasión lo que ha llegado casi es el verano. El viernes monté a caballo con IS para inspeccionar los terrenos del futuro Golf Siete Picos; hoy con R, que hace tiempo que no se venía pero que con tal de hacer algo distinto a sus hermanos es capaz de cualquier cosa. Y ayer yo solo con los perros, un paseo precioso por el pinar.

Cada vez soy más consciente del lujo que supone tener dos caballos en casa y poder dar estos paseos por estos sitios.

No hay una sola vez que haya pasado por esta pradera que no haya hecho una foto. Sé que es una bobada, pero no consigo dejar de hacerlo.