lunes, 10 de mayo de 2010

Talento Solidario

¿Por qué no aprovechar el blog para contar algo que puede ser no sólo interesante sino también, y sin que sirva de precedente, útil?

Esta es la información que apareció ayer en Expansión y que - salvo el titular, que distorsiona un poco - resume bien el nuevo programa que la Fundación Botín puso en marcha ayer.

No sé si se lee bien, puede que sea más cómodo verlo en http://www.elmundo.es/mundodinero/2010/05/10/economia/1273514074.html . Y si algún lector está sin trabajo y quiere participar en la convocatoria, o en una fundación o asociación y quiere presentar un proyecto, puede consultar las bases en http://www.fundacionmbotin.org/

domingo, 2 de mayo de 2010

¿Tengo un blog?

¿Tengo un blog o "tenía" un blog? En estos días he llegado a dudarlo. Se supone que un blog es un sitio donde cuenta lo que te pasa, cuando te pasa algo. A mí me han pasado un montón de cosas desde que el día cuatro de abril escribí mi última entrada, pero no he venido a contarlas. Ni las que se pueden contar, ni siquiera las que me apetece contar.


Y no es por falta de tiempo, obviamente. Tiempo he tenido más que de sobra, pero lo he utilizado en otras cosas -aunque si me preguntaran que cuales tampoco sabría decirlo -. Estas palabras, de hecho, las estoy escribiendo con desgana, forzándome un poco, con la sensación de que o escribo ya o esto empieza a acabarse, y teniendo claro al mismo tiempo- eso sí - que no me apetece que se acabe.

Tendría que haber venido a hablar del viaje a Ibiza, y tendría que haber colgado un par de fotos que salieron bonitas de entre las decenas que hice.
También tendría que haber contado la vuelta a Santander después de Semana Santa. Cada vez que vuelvo a Santander después de un parón es como si llegara por primera vez a un sitio ya familiar. ¿Es esta mi vida? Sí, parece que sí, que la cosa va en serio.

Y tendría que haber venido a contar, sobre todo, la primavera. La primavera, y la luz. Tendría que haber contado que Santander empieza a ser una ciudad distinta que te mira de una forma que nada tiene que ver con la de noviembre, enero, febrero... En un ejemplo claro de ansiedad absurda he empezado incluso a preocuparme por lo poco que queda para que llegue el otoño y empiece de nuevo a anochecer a las cinco de la tarde.

LLego ahora mismo del cine, de ver "El Escritor", y sigo dándole vueltas a por qué estaré sin ganas de escribir, por qué no encuentro ganas, tiempo o fuerzas para contar los montones de cosas que. cuando las veo, pienso que merecen la pena ser contadas. Mientras escribo tengo de fondo, por ejemplo, un reportaje sobre Colombia que he encontrado por casualidad y he dejado. Para explicar lo que son 60.000 hectáreas han dicho que son 80.000 campos de fútbol. Debo ser un tipo raro porque yop me hago una idea más aproximada con las hectáreas que con los campos de fútbol, porque estos últimos sólo los veo en la tele y ahí las distancias no se perciben bien. Aparte de este tipo de chorradas, el reportaje cuenta el verdadero drama de la violencia en ese precioso país, un país que es en el que más a gusto me siento aparte de este, el mío.

Intento hacer memoria pero se me olvidan esas cosas que querría contar, no sé si lo mío será más el método twitter - más inmediato, más corto- que este del blog. Incluso lo del twitter puede que sea demasiado largo, y por eso cada vez que veo algo que me llama la atención saco la Blackberry y hago una foto.

Acudo al teléfono, pues, a ver qué fotos he hecho, y me encuentro una luna preciosa sobre la Bahía de Santander, creo que del martes, un arbol que parecía entero de algodón de la Avenida de Europa hace dos o tres semanas, un raquero que siempre que paso y lo veo llama mi atención, y las flores que ayer me encontré yendo a caballo hacia la calleja que lleva a La Molinera. Aquí van.



Y me callo. Que si por estar un mes sin escribir ahora escribo demasiado el problema de este blog va ser no sólo de oferta sino también de demanda. ¿La película? Merece la pena ir a verla, sin duda. Es poco decir, pero según se mire también es mucho.
Las fotos de Ibiza en Picassa, que al ver estas me doy cuenta que esta no es forma de ver fotos, unas molestan a las otras así, todas seguidas.

domingo, 4 de abril de 2010

SS:PPP

SS de Semana Santa y SS de San Sebastián, que las dos valen.

No voy a ir al cine aunque tenía muy claro que quería ir a ver El Escritor, que todo el mundo pone muy bien y que además cumple con la condición de GB de ser lo suficientemente conocida como para que hablar de ella interese. No voy a ir porque me apetece más celebrar el final de las vacaciones yéndonos todos a cenar. A mí me apetece ir a KFC, pero A con razón dice que puede no tener mucho sentido meternos en Madrid. Ya veremos qué puede más, si la razón o mi cabezonería.

Ha sido A, por cierto, quien mejor ha definido esta Semana Santa, de nuevo con un acrónimo (¿Es un acrónimo?): PPP. Paseos Patines y Pipas. Básicamente es lo que hemos hecho de sábado a sábado, con el paréntesis del martes en Santander, y creo que es lo que estaríamos haciendo si siguiéramos allí. Estos días en San Sebastián son siempre muy tranquilos, y junto a los que solemos pasar en Jaca son los más familiarles. Aparte de ir un día a San Juan de Luz y otro a Deba, no tenemos nada más que hacer que no hacer nada. Lo curioso es lo bien que lo llevo y lo que lo disfruto, cuando en Madrid no sé estar dos horas parado o una tarde sin un plan.

Son días también para observar a los niños, para ver cómo crecen y cómo se van haciendo, cada uno a su manera. LLevo unos minutos pensando y no sé qué escribir de cada uno, escribir aqui cualquiera de las cosas que se me ocurren no sería mas que reducir lo infinito de los mundos en que cada uno de ellos se está convirtiendo, la novela que cada uno está empezando, si no a escribir, sí a soñar. ¿Cómo se verán a sí mismos, como nos verán a nosotros, cómo encontrará cada uno su camino para ser feliz, si es que lo encuentra? R diría que me estoy poniendo cursi, y que sólo se me permite ser cursi en verano, paseando al anochecer por la escollera de Deba.

Puede que desde que estoy viviendo entre Santander y Madrid me estén echando más de menos de lo que yo pensaba. A va a su bola y todo le resbala, pero R y R han estado toda la semana, aunque veladamente, compitiendo por mí. Me siento raro al decirlo porque me suena a vanidad, pero creo que en este caso - sólo en éste - no lo es. R además ha seguido luchando consigo misma y buscando su manera de estar. En este caso ha ganado la niña, la hija, la hermana, a la adolescente. Espero no estar confiándome sin razón, pero creo que con R por ahora lo estamos haciendo más o menos bien.

Ha sido curioso, esta semana me ha preguntado un par de veces si íbamos a ir a Misa. La primera ya no recuerdo a cuento de qué vino, pero el jueves por la noche apareció en el salón por la noche, después de haberse ido a dormir, diciendo que no habíamos ido. Al principio me agobié un poco, no quería que pensara que sus padres no hacen lo que en el cole les dicen que hay que hacer, pero luego me pareció una buena oportunidad para ayudarle a ver que no se es necesariamente mejor por ir a Misa todos los días, aunque ir a Misa sea algo bueno. El tema no es fácil, me importa mucho formarle en el respeto profundo y por encima de todo a la forma que cada uno tiene de vivir y de vivir su fe, pero sin caer en el relativismo que destruye o en la mediocridad que... que mediocriza.

Por cierto, hoy en Misa me he dado cuenta de que no sé hasta qué punto me creo, si lo pienso bien, la existencia de una vida eterna que en teoría la resurección que hoy celebramos nos confirma. Me da la sensación de que creo en ella sin creérmela del todo. Me he dado cuenta porque D.J. ha explicado muy visualmente lo que es y lo que no es esa vida eterna. La muerte no es más que el principio, ha dicho, en la otra vida nos vamos a encontrar a todos a quienes hemos perdido, a quienes vamos a poder ver, tocar, abrazar.... En eso se basa nuestra esperanza, es lo que hace que la vida tenga sentido. Lo siento, pero me cuesta creerlo. Debo estar peor de fe de lo que pensaba. También es verdad que la alternativa, que esto sea puro azar y puro tránsito sin sentido, me cuesta creerla aún más. Me falta fe tanto para lo uno como para lo otro.

Solucionado el tema de la vida eterna y de la existencia humana, unas fotitos. Cuelgo algunas de las que he hecho en estos días, de nuevo con la BB, animado por algún elogio que despertaron las últimas de Santander. Estoy convencido de que las cámaras digitales pequeñas tienen los días contados, falta muy poco para que del los teléfonos pasemos a las cámaras profesionales sin pasos intermedios.









Todo mezcaldo, igual que luego aparecerá en el recuerdo, ahí va la playa de Deba desde el Ondar, El Buen Pastor y Santa María de Noche, el puerto de San Juan de Luz, una ventana, Igueldo desde el otro lado de La Concha, la ribera parisina del Urumea, redes y barcos, y A jugando al fútbol.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Poca cosa

Cuantas más cosas tengo que contar, más pereza me da ponerme a contarlas. Voy a colgar unas fotos de las que hago por la calle con la Blackerry, a ver si así me animo y acabo diciendo algo interesante. No creo.

Esta de es de El Sardinero. No sé por qué me atraen tanto, para hacer fotos, las líneas rectas horizontales.

Esta segunda es de la exposición de arte iberoamericano de la colección Daros, que está expuesta en la Ciudad Financiera y que es una pasada.

Esta es de un árbol del paseo de Pereda. También me atraen los contrastes, y los detalles. Siempre he pensado que para que algo sea bello sólo tienes que acercarte lo suficiente. Puede que esta regla se pueda aplicar para más cosas además de para la fotografía.
Más líneas rectas, otra vez en El Sardinero, en la segunda playa. El problema surge cuando te gusta fotografiar líneas rectar horizontales - horizontes - y trabajas en una ciudad con mar. No paras.

¿No se parecen todas demasiado? Esta no es de Santander, claro, sino de Cercedilla. De un paseo casi añocheciendo, con los perros, hacia el río y luego por la dehesa. Me gusta pasear solo.
Tenía razón, como casi siempre, y no he dicho nada interesante. Y eso que en esta semana he tenido dos encuentros bonitos, de los que me gustaría contar cosas.
El primero fue el almuerzo con AT, me contó cosas interesantes e increíbles de la vida de un escritor y alguno de los enredos literarios que tanta vida dan a sus vidarios. Hablamos de los diarios, de arte, de sectarismo, de Santander, de la Fundación, de nuestros proyectos... Yo le he mandado dos catálogos razonados de dibujo y él me ha recomendado un libro de Jean Claire que dice que me puede ayudar a encontrar un concepto de arte que me ayude a entender lo que pienso, y a repensarlo. A él nada de lo que se llama arte conceptual le parece arte, entiendo el razonamiento y me atrae pero no consigo comprarlo.
Otro encuentro muy interesante fue con el Alcalde de *. Los alcaldes siempre me ha parecido que representan la forma más pura de pólítica. O a lo mejor no, a lo mejor son los menos políticos porque se dedican "sólo" a gestionar lo público. Este Alcalde me gustó porque admitía no saber qué hacer, pedía ayuda para encontrar una salida a su pueblo, una salida al drama que se vive en muchas zonas rurales de España que no saben ni qué hacer ni cómo hacerlo.
Ha sido también una semana interesante en lo profesional, una semana de idas que no lo son tanto, de vueltas que no son definitivas, de síes y noes que no lo son del todo. A veces incluso pienso que estoy empezando a encontrar lo más difícil, que es el ritmo, el tempo.
Ya está. 00:10. Esto no da más de sí. Gracias, M, por animarme a escribir. Feliz Semana Santa a todos, escribiré desde la terraza de San Sebastián. SS en SS.
Vuelvo a entrar, me he quedado con mal sabor de boca. No tiene sentido, creo, escribir por escribir, porque sí y a toda prisa. Por ejemplo no está bien despachar de esta forma Precious, así nadie se va animar a ir a verla. Si alguien va, o alguien ya la ha visto, que por favor me ayude a descibrar el que a mi juicio es el gran misterio de la película: ¿de dónde salen las fuerzas para cambiar, para luchas contra el destino? ¿Cuál es el motivo, la causa de todo? Me gusta que no esté claro, pero que esté tan oculto me genera cierta inquietud.
Tampoco está bien despachar con dos fotos, y malas, este comienzo de la primavera. Lo estoy disfrutando tanto que ya me estoy yendo al otro extremo y yo que siempre he creído ser hiperpositivo ya estoy preocupado por la vuelta del invierno, cuando llegue. Estoy disfrutando, sobre todo, la luz. Ayer me fui corriendo hasta el faro de Cabo Mayor, y a la vuelta, al pasar por la playa, por primera vez pensé en serio en meterme el en agua. Estoy deseando darme un baño, tomar el sol, pasear por la playa, ir en camiseta, ponerme mis bermudas verdes, y las rojas...

domingo, 7 de marzo de 2010

An Education y En Tierra Hostil

Me está costando ir a ver Precious, hoy lo he intentado de nuevo pero algo le pasada a la web de venta de entradas, y no he querido arriesgarme otra vez a llegar y encontrarme la cola. He ido a ver An Education, que también estaba en la lista. En mi lista de pendientes y en la de los Oscars, creo que opta a uno de los premios gordos.

An Education es una película muy bonita, muy bien hecha, muy bien interpretada, con una música preciosa, que se deja ver muy bien. Me ha dado aún más ganas de ir a París. Me ha gustado también que ninguno de los personajes sea claro, que no se sepa bien el papel que cada quién juega en la historia y cuáles son sus intenciones. Eso me gusta porque complica la trama y porque refleja mejor la vida real, en la que todos somos a la vez un poco buenos y un poco malos, en la que nunca estamos sólo y del todo en uno de los lados.

Me ha gustado, sí, pero o hay algo que no he entendido o en el fondo la película es de una simpleza que no cuadra. Es como si el final negara u olvidara lo que ha pasado durante toda la historia, no sé si me va a resultar fácil explicarme sin destripar el argumento.

Emma Thomson, en una de sus escasas apariciones, descubre lo que parece que va a ser la clave que uno espera que la película luego resuelva o al menos desarrolle. La descubre, curiosamente, con un silencio, con un no saber contestar a la pregunta por el sentido, en este caso por el sentido de ir a Oxford. En una frase que es buen ejemplo de la calidad del guión, la protagonista responde al silencio con algo así como “no querría parecer impertinente, pero va a tener que trabajar un poco más ese argumento. Puede que a alguien más le interese saberlo”. Perfecto, precioso. Pero no está bien que eso se quede ahí, hay que desarrollarlo.

Y eso es lo que de forma sorprendente no acaba de hacer la película. Uno sale del cine con la sensación de haber sido espectador de una simple lucha entre el bien y el mal, entre el camino recto y la tentación del disfrute a corto plazo, como si ir a Oxford fuera la garantía de la felicidad. Eso bastaría si la película no se hubiera metido previamente en el jardín de dejar perfectamente claro, y no sólo en esa escena sino en otras muchas sobre todo a través del genial papel del padre, de lo estúpido y ridículo que puede llegar a ser empeñarse en ir a Oxford.

Por eso digo que se me tiene que haber escapado algo, si alguien va a verla y lo encuentra por favor que me lo diga. No es normal que primero te presenten una meta, luego la tentación de escoger el camino fácil y dejar de luchar por ella, que luego te digan que aquella meta era absurda, y que terminen mostrándote que ese camino fácil no llevaba a ningún sitio y que lo que hay que hacer es luchar por la meta (que, recordemos, era absurda) porque eso es lo que da la felicidad.

Acabo de comprobar que la película opta al Oscar a la Mejor Película y a la Mejor Actriz. Lo segundo podría ser, y además no he visto a ninguna de las otras que compiten por el premio, pero lo de mejor película no lo veo en absoluto.

Creo que fue hace dos domingos cuando fui a ver En Tierra Hostil. No hablé de ella en el blog porque me apetecía más hablar de otras cosas, ya no recuerdo de qué. Quiero decir algo ahora porque me he enterado de que es la gran competidora de Avatar en los Oscars, y como los premios se entregan esta noche no quiero que nadie me acuse de juzgar a toro pasado (Me da a mí que esta justificación muestra una extraña mezcla de vanidad con inseguridad. ¿No?)

Me gustó mucho también. Me gustó mucho porque me la creí, porque de verdad me llevó a tierra hostil. Allí, en tierra hostil, logré meterme en la piel de unos tipos que están siempre a punto de morir no se sabe muy bien por qué, y tuve miedo. Miedo de que me pegaran un tiro, miedo de dejar de vivir y de perderme todo lo que creo (y espero) que me queda por disfrutar.

En ese sentido la película, a mi juicio, es muy buena. Si su objetivo es que nos demos cuenta de que los números de muertos en Irak o Afganistán son mucho más que números, e incluso que nombres, y que cada una de esas personas que mueren es exactamente igual que nosotros, o mejor dicho, que yo, entonces objetivo cumplido. Lo que no recuerdo yo, en cambio, y puede que sea por las dos semanas que han pasado desde que la viera, es que me contara una historia. Y yo creo que para que una película sea no sólo buena sino muy buena, y que por tanto se merezca el Oscar a la Mejor Película, tiene que contar una buena historia.

De las candidatas a mejor película no he visto Precious, ni Avatar, ni The Blind Side ni District Nine. He visto, en cambio, además de En Tierra Hostil y la de hoy, Up, Un tipo serio, Up in the air, y Malditos Bastardos. Por lo que he visto y por lo que he oído de lo que no he visto, apuesto por Precious. A ver.

Escribiendo sobre En Tierra Hostil me he acordado de una letra preciosa de Brassens: “Mourrons pour des idees… d’accord, mais de mort lente”.

lunes, 1 de marzo de 2010

Stansted Express

Me alegro de haberme traído el ordenador, después de darle muchas vueltas, aunque sólo sea para aprovechar este trayecto del “Stansted Express” para escribir en el blog. Porque me apetecía escribir.

Me apetecía mucho decir que R no tenía razón cuando me acusaba el otro día de iluso y exagerado por decir que la primavera ya asomada. Ayer volvió a hacerlo, y esta vez con mucha menos timidez: se quedó dos o tres horas por la mañana, al menos en Cercedilla, y dejó que la disfrutáramos del todo. El sol daba, de nuevo, otra luz, y calentaba no más pero sí de forma distinta. Y hoy, en Santander, la misma historia: el trancazo no me ha impedido ir en bici desde la Fundación hasta el hotel por la playa, y la arena ya tenía otro color, y ya había más gente paseando y atreviéndose a mojarse los pies o simplemente tirándose al sol en los muelles. En Londres no, para qué nos vamos a engañar, en Londres hace un frío que te cagas.

También me apetecía mucho escribir para hablar de R. Este fin de semana la he notado muy distinta, y creo que no he sido el único. Obviamente no ha sido por la coleta, pero el detonante ha sido sin duda alguna la coleta. Sí, estaba mayor, y ella era la primera en darse cuenta.

Dejamos a los niños con A en Almorchones y nos fuimos ella y yo a casa. Y aunque a veces había pasado, nunca de forma tan clara: quería disfrutar de estar conmigo, de mí, pero algo se lo impedía. No era orgullo pero se le parecía mucho, era algo que la impedía estar natural. Hace diez minutos lo hablaba con ella por teléfono y se lo decía, creo que me ha entendido. Creo que es bueno decir las cosas, así que le he dicho que tenemos que encontrar una nueva forma de relacionarnos, una nueva forma de hablarnos, con nuevas cosas que decirnos y sobre todo con un tono nuevo. Porque lo que no estoy dispuesto es a perderla o a dejarla que ella me pierda a mí, con lo bien que nos entendemos y con lo bien que lo pasamos juntos. Ella está de acuerdo, si es que no me lo ha dicho porque no me entendía o para que me callara.

Ya puestos a hablar de cosas serías también le he preguntado, pidiéndole que me conteste en serio, si cree que es una buena idea la de comprarnos una casa en Cercedilla aunque no esté al lado de la de los abuelos. Lo ha pensado unos segundos y luego me ha dicho que sí, que le apetecía. Me ha sorprendido en ella que es la que parece que más disfruta yendo a Cercedilla con todos. Me ha hecho pensar, puede que sea una estupidez pero le he dado mucho valor a su opinión porque además me la ha dado antes de saber que si lo hiciéramos tendríamos que comprar un perro, ya que no parece probable que nos dejaran llevarnos a Q o a C.

La Vanidad (sí, con mayúsculas, una vanidad con minúsculas es una vanidad de pacotilla) es el otro motivo que hoy me ha traído a escribir porque en los últimos días tres personas a las que admiro me han dicho que les gusta cómo cuento las cosas que me pasan.

He venido en Ryanair y el viaje ha sido perfecto. Para empezar, dura mucho menos que el vuelo desde Madrid por razones obvias. Gracias al “Priority boarding” además me he podido sentar en la primera fila, y ayer descubrí un tomo de diarios de Trapiello sin leer que no me ha dejado casi ni oír las ventas de bebidas, comidas, perfumes, billetes de tren y papeletas de “rasca y gana”. Al final me ha parecido ver que las azafatas se repartían las exiguas ganancias (que gusto poder escribir “exiguas”) en vasitos de plástico. Parecía que se repartieran un botín un poco patético.

Al aterrizar nos ha sorprendido a todos un sonido de corneta bastante alto, como el del séptimo de caballería que sale en las películas de vaqueros, que si he entendido bien celebraba que habíamos llegado a tiempo y servía para introducir un mensaje sobre la puntualidad de la compañía. Lo tienen todo pensado.

Ahora estoy, como decía, en el tren, y espero llegar al hotel a tiempo para tomarme una hamburguesa en el restaurante de al lado. Es de las mejores que he tomado nunca, se acerca peligrosamente a las del Alfredo’s de Lagasca. Son las diez menos diez, no sé a qué hora cerrarán pero empiezo a verlo complicado. Crudo, quedaría mucho mejor decir tratándose de hamburguesas.

Van a ser dos días completitos. Mañana empezamos pronto, a las ocho he quedado con el fotógrafo que va a cubrir el desayuno que a las nueve y media tenemos en el Museo Británico con los corresponsales españoles. Luego está la visita de la exposición para la prensa, con palabras incluidas. A mediodía nada (gracias a Dios), por la tarde el pase privado que organiza el Banco y por la noche la cena que hemos organizado para celebrar este momento tan importante para la Fundación. Yo no estaba, obviamente, pero han sido cinco años de trabajo durísimo que en esta ocasión han dado el fruto de que una exposición propia comience su itinerancia internacional en uno de los mejores museos del mundo. No está nada mal, puedo decirlo porque no ha sido “culpa” mía.

El miércoles tenemos el almuerzo de la inauguración, al que va a asistir Su Majestad el Ooni de Ife, Rey de Nigeria. Además de Rey es dios, lo cual complica muchísimo la logística. Después de la comida la visita privada, a la que no estoy invitado por razones relacionadas con la divinidad del Rey, y a las seis de la tarde la inauguración propiamente dicha.

“Estamos llegando a la Estación Liverpool de Londres. Final del trayecto” Tengo los pies congelados, no siento los dedos pero el viaje –gracias a vosotros, sufridos lectores – se me ha pasado volando. A ver si llego a la hamburguesa.

domingo, 21 de febrero de 2010

The Road

Quería ir a ver Precious, a las cuatro porque esta tarde me voy a Santander. Eran ya menos veinte, y al ver que las entradas no eran numeradas he pensado que no merecía la pena sacarla por internet. Craso error, al llegar a las cuatro en punto había una cola considerable y no me ha dado tiempo a entrar. Así que me he metido a ver “The Road”, la película sobre la novela de Cormac McCarthy que llevaba tiempo evitando.

La evitaba porque estaba esperando “tiempos mejores”, tiempos en los que no me importara o incluso me apeteciera ver la película más deprimente que uno pueda imaginarse. La más desesperada, la más negra. Ese era el recuerdo que guardaba del libro, del que creo que hablé aquí hace meses.

Y sí, la película es durísima, seguramente mucho más de lo recomendable para pasar una buena tarde de domingo, pero no es desesperada. Seguramente tampoco el libro lo era. Lo que hace la película es despojar a la existencia, a la realidad, de todo lo superfluo. De todo. Y cuando quitas todo sólo quedan dos cosas: la vida y la muerte, desnudas, sin más. Eso es lo que pensaba esta tarde en el cine, ahora me doy cuenta de que son tres cosas: la vida, la otra vida (si es que existe) y en medio la muerte. Eso es todo. Lo demás no importa.

La película te pone frente a eso, frente a la vida sin más. Quitándole los placeres, el éxito, el fracaso incluso, el trabajo, los juegos, la política, la tele… todo. Y en medio de esa nada presenta la lucha denodada por vivir, por sobrevivir aunque no haya esperanzas de llegar a recuperar nada que no sea eso, la vida. Es la lucha por la vida sin más, no por las cosas de la vida. Por eso en el fondo –pero creedme, sólo muy en el fondo- es un canto a la vida, es todo menos desesperanza.

Pero una cosa no es verdad, me doy cuenta ahora. En la vida de “The Road” sí queda algo. En medio de esa nada queda el amor, y es de ese amor de donde surgen las fuerzas para luchar, para vivir. La pregunta es obligada, entonces: ¿Y sin amor? ¿Sin amor tiene sentido vivir? No voy a tratar de contestarla, entre otras cosas porque tiene pinta de ser una pregunta trampa, que necesita de otra previa: ¿Puede existir la vida sin amor? Así, a bote pronto, yo contestaría que no, pero prefiero no meterme en este jardín ahora. Se aceptan sugerencias.

En estas cosas me he quedado pensando cuando ha dejado de oírse la música y sólo quedaban los títulos de crédito. Y al salir, yendo hacia el coche, le daba vueltas a lo extraño de este teatro que hemos montado en el mundo, lleno de gente que se dedica –yo el primero- a cosas completamente absurdas como hacer cine, pilotar motos, leer novelas, dibujar banderas, escribir diarios, jugar al golf o ganar dinero. No, que nadie se moleste siquiera en enviar un anónimo indignado. Salvo lo de las banderas y puede que lo del dinero, lo demás no tiene nada de absurdo. Y por cierto, hablando de banderas no puedo sino traer otro chiste genial de El Roto aunque no venga al caso. Así además sirve para cambiar de tercio.


"Los hombres se ocupan mucho de las banderas, pero de los calzoncillos nos tenemos que ocupar nosotras". ¿Es genial o no?

Y lo dicho, cambiemos de tercio que esta no es forma de empezar la semana. El paseo a caballo de ayer fue especialmente bonito. Atajando por las dehesas fui hasta Navalmedio, y allí en vez de seguir hacia el Puerto, para evitar la nieve rodeé el pantano por arriba hasta llegar al collado desde el que ya se ve Camorritos. No sé cómo se llamas, pero es uno de los lugares de la sierra que más me gusta.

Desde el principio del paseo me dio la sensación de que algo pasaba, de que había una luz distinta de la de estos meses pasados, una luz que producía un verde mucho más luminoso, como si fuera el primer intento de la primavera por abrirse camino.

Era un intento absurdo, claro, porque en cuanto se escondía el sol hacía un frío que pelaba, pero un intento que dejó bien claro que ya está aquí, esperando, que ya no hay marcha atrás y que al primer descuido se nos cuela para quedarse.


domingo, 14 de febrero de 2010

Providence

Domingo, 19:15. Acabamos de llegar de Cerce, pasando por Misa de 6. Es una Misa de niños que nos viene muy bien por la hora, en la que el sacerdote habla con los niños como si fueran imbéciles, además sin darse cuenta de que acompañando a esos 50 niños estamos alrededor de 700 adultos un poquito hartos de escuchar 10 minutos de peticiones: "por los pobres" "por los padres" "por las madres" "por los hijos de Alicia" "por Dios"... Después de cuatro de esas peticiones, el resto dejan de ser verdaderas peticiones para convertirse en cualquier otra cosa.

Ha sido un fin de semana muy bonito. justo antes de venirnos, jugando al fútbol con R y A, me he dado cuenta de que hasta ese momento no había estado del todo a gusto y relajado. Después de la semana que había tenido, el sábado se me fué en una especie de descompresión que no ha terminado hasta después del paseo a caballo, con Duque. He ido al Pico de la Golondrina, a donde siempre voy cuando hace frío, no sabría decir por qué.

Decía que la semana ha sido dura. No sé si dura, porque no estoy como para quejarme, pero sí movida. El domingo fui a Providence a intentar cerrar la colaboración de la Universidad de Brown en la creación de la Red de Servidores Públicos de Iberoamérica. El lunes de vuelta a Madrid, por Londres (Heathrow es definitivamente el aeropuerto más incómodo que conozco); reuniones en Madrid, y por la tarde a Santander. Miércoles en Santander, y vuelta por la noche a Madrid para no arriesgar una reunión importante del jueves por la mañana. Y de nuevo a Santander el jueves, para volver el viernes. Cuando tengo semanas de estas pienso mucho si es verdaderamente necesario tanto movimiento. No sé si siempre, pero en esta ocasión creo que sí.

El día de Providence mereció la pena. Brown (http://www.brown.edu/ ) es muy especial. Tiene la ratio de solicitudes por plaza más alta de Estados Unidos . El mismo lunes se publicaba en el periódico la cifra, 30.000 solictudes para 930 plazas. Lo más característico de Brown es que esos 930 que entren no lo harán a ninguna carrera concreta, sino que durante dos años escogerán las asignaturas que quieran de cualquier área, y sólo en el tercer año elegirán una "concentration" que les seguirá permitiendo mucha libertad de elección. Eso sólo puede funcionar, claro, con alumnos buenos. Con alumnos buenos y con un sistema de mentoring de primera, formal e informal. Dicen que el que mejor funciona es el informal, el que surge de las relaciones espontáneas entre alumnos y profesores. Sí parece, al menos desde fuera, que logran un tipo de comunidad universitaria muy especial.

Disfruté especialmente de la reunión en el Watson Institute (http://www.watsoninstitute.org/) Me encantó conocer a Michael Kennedy, su nuevo Director. Ha trabajado en temas de movimientos sociales, y conocía a todos los de la Red Erasmus con los que tuve contacto cuando estuve en Kent y luego en Rovaniemi. Nos escuchábamos el unos al otro y nos sonreíamos según nos dábamos cuenta cómo el otro decía cosas que a uno le sonaban muy familiares, como si ya las hubiera pensado. Creo que nos pasó a los dos. Le encantó, por ejemplo, el concepto de "formacción", y estuvimos un buen rato discutiendo sobre cómo la acción genera la identidad colectiva que es necesaria para que una red, la que sea, funcione. El Watson Institute es uno de esos sitios a los que me encantaría escaparme un año a estudiar, a discutir, a leer y a escribir.

Me hizo mucha ilusión que Michael me dijera, después de que yo le presentara el Programa, los contenidos, la metodología, y sobre todo las intuiciones de las que había nacido, que se alegraba de que no hubiera aparecido por allí un año antes, porque me habría quedado con su puesto. No me hizo ilusión por el halago -que también, para qué nos vamos a engañar - sino sobre todo porque reconforta que alguien en la élite mundial de las ciencias sociales y las relaciones internacionales te confirme que algo en lo que estás poniendo mucha ilusión no es una estupidez.

De todo lo que dijo, lo que más me impactó es la idea de que falta "transferencia tecnológica" en ciencias sociales. Es algo que conocemos de las ciencias experimentales, pero que yo no había oído hablar fuera de ese ámbito. Su idea es que faltan canales que permitan aprovechar la investigación en ciencias sociales en el mundo de la política, de la educación, de la acción social, de la gestión de las organizaciones. Otra forma de "knowing-doing gap". Se le ocurrió los alumnos participantes de nuestro programa podían ser al mismo tiempo protagonistas y objeto de un trabajo de investigación social y política a largo plazo que ayude a descubrir qué es lo que verdaderamente sirve para formar buenos servidores públicos.

En general, la reunión nos sirvió a todos para reconfirmanos en la idea de centrarnos en lo público y renunciar -por una vez- al mundo de la empresa y al tercer sector. No se puede abarcar todo, ya hay mucha gente dedicada a esos ámbitos e Iberoamérica lo que necesita, o lo que más necesita, es Estado. Estado que funcione y que permita que los otros dos sectores generen desarrollo.

De la visita a Brown me gustó todo menos el poco tiempo que tuve. Me encantó The Hope Club (http://www.hopeclub.com/), un club privado precioso en el que me alojé gracias a la invitación de la Universidad. Daban ganas de quedarse todo el día fumando en pipa, bebiendo té y leyendo el Financial Times.

Tampoco está nada mal el único entretenimiento que parece que hay de camino a Providence desde Boston, el Wrentham Village(http://www.premiumoutlets.com/outlets/outlet.asp?id=10). Es un Centro Comercial de outlets que es al mismo tiempo el paraíso y la perdición de quienes disfrutamos de los precios bajos. En una hora, a la ida, me compré un jersey de Tommy por 12 dólares, unos guantes para correr de Reebook por 6 y un cortavientos para jugar al golf de Nike por 20. A la vuelta también paré media hora, y cayeron tres corbatas de Brooks Brothers de a 20 dólares la pieza.

Lo que cunde un día.

domingo, 24 de enero de 2010

Up in the Air

Estaba dudando si ir a verla o no, hasta que he leído que "Up in the Air" es del Director de Juno, una de las pocas películas de las que me sigo acordando dos años después de verla (ahora que lo pienso, también puede influir el hecho de que tenga y me encante su banda sonora).

Son las 19:00 h. No tengo ni idea de qué va. M nos ha dicho, en la comida, que iba de algo relacionado con el cielo, y sobre todo que el protagonista era y estaba guapo no, guapísimo. Eso siempre ayuda. Además al lado de un guapo muy guapo siempre suelen poner una guapa muy guapa, lo digo porque después de tantos años sigo sin discubrir mi lado femenino, y siguen gustándome mucho más las mujeres que los hombres. Qué se le va a hacer, salir del armario le daría a mi vida un punto mucho más emocionante...

No sé de qué va la peli pero el título, por lo del aire, me da la excusa perfecta para traer una foto que acabo de hacer desde el tee del 1 del Club de Campo. Por cierto, hace mucho que no hablo de golf y hoy es un buen día para hacerlo porque los 9 golpes en el último par 4 no me han impedido marcarme una tarjeta de 51 que me ha dado ánimos para empezar con fuerzas la semana.

Cada vez que veo o hago estas fotos me acuerdo de Jorge Arranz. Creo que ya lo he dicho alguna vez aquí, conozco a poca gente que con cuatro trazos sepa dibujar mejor el cielo, o mejor dicho el aire, de Madrid. Espero que no me mate por reproducir con tan baja calidad (foto de un libro que tengo en casa, y con la "Blacky") uno de sus dibujos:


22: 30 h. La película me ha gustado mucho, ni siquiera la pareja que me ha tocado al lado ha conseguido arruinármela. Primero han empezado comiendo palomitas y sorbiendo cocacola de forma que todos pudiéramos oirles, cuando se les han acabado han empezado a comentar la película y a darse besitos. Quería matarlos, pero al final no lo he hecho.

No es fácil que la película deje frío a nadie, pero en mi caso habría sido imposible. Al llegar a casa me he tomado la molestia de ver cuántos vuelos he tomado desde el 1 de septiembre. 58, no está mal. Y no es raro que cuando entro en la página de Iberia para sacar la tarjeta de embarque me dé un paseo por "mis puntos" para ver cuántos me faltan para la iberia plus oro. Hoy me faltan exactamente 250, lo que quiere decir que en cosa de un mes la tengo. Como siga así no me extrañaría que llegar a la situación de la película, y que el problema no sea volar sino dejar de hacerlo. Volando todo va bien, no pasa nada, el problema es quedarse quieto, el problema es convertirse en un profesional de la huida, porque antes o después algo te hace parar. ¿Y entonces? Descubres que tu vida real con sus problemas, con sus retos, estaba ahí, esperándote. La clave de la película es la conversación telefónica donde se hace patente que esa vida "Up in the air" no es real, no es verdaderamente vida.

No quiero seguir para no destrozar el argumento y porque, otra vez, no es este el sitio para hablar de ciertas cosas. AT lo dice de una forma muy bonita cuando asegura que el secreto de un diario es hablar con absoluta intimidad de todo menos de uno mismo. Sí diré que me he sentido muy identificado con George Clooney (por cierto, no puedo dejar de compartir la sorpresa que supone descubrir que me ha supuesto descubrir que en Google hay 9,5 millones de resultados para George Clooney, y... ¡¡84,5 millones para George Michael!!). Pues eso, a lo que iba, que Clooney y yo nos parecemos mucho, en todos los sentidos. Y creo que paso el control de equipaje tan rápido como él.

De todas formas en la cola para salir de la sala me he dado cuenta de que es una película que puede decir cosas muy distintas a unos y a otros. A la gente a la que he podido oir lo que le había llamado más la atención es algo que para mí es sólo un decorado de fondo de la verdadera historia, que es la que sucede por dentro. También me ha gustado mucho la música, como en Juno, y esta cosa que tienen las películas americanas que hace que se vean muy fácil, que entren solas. Se llama calidad, creo.

Cambio de tercio. La semana pasada, en la copa que me tomé con T y con R, no se me ocurrió otra cosa que sacar la zanahoria. La del New Museum de Nueva york, se entiende. Hacerlo delante de los tres expertos en arte contemporáneo que llevan el proyecto de Santander 2016 puede que no fuera una buena idea. O sí, ese es un debate que me apasiona.

El sentido común, o un realismo básico que llevo ya muy dentro, me impiden estar de acuerdo con esa idea de que cualquier cosa puede ser arte. Basta con que quien la presenta la presente como arte, o que quien la mira haga lo propio, para que sea arte. Da igual, exactamente igual, lo que esa cosa sea. Podría incluso no ser nada. "Lo que hace que una cosa sea arte no es la cosa en sí, creo que llegó a decir T, sino el contexto en el que está. Es el relativismo más extremo que he visto hasta ahora. La idea ni me convence ni me atrae, de hecho me parece trágica. No hay realidad.

miércoles, 20 de enero de 2010

¿Un tipo serio?

Aquí están las fotos de NY y Boston. Me parece que por subirlas y por escribir este "post" (recuerdos, G) estoy sacrificando una carrerita por la Bahía que me apetecía mucho, porque he quedado con T y R a las 9 para tomar algo. Son sobre todo de NY, y están hechas con la Blackberry. Después de estar una mañana lamentándome por no haberme llevado la cámara me di cuenta, una vez más, de que lo importante es quién mira y qué mira, y lo de menos con qué mira. Así que si son malas la culpa es mía, sólo mía y nada más que mía. Como siempre.


El domingo fuimos al cine a ver "Un tipo serio" de los hermanos Cohen, pero no encontré ganas para escribir porque llegué cansado, porque tenía que hacer la maleta para Londres y porque la peli no vale nada. Es una enorme bobada sin sentido, una gran pérdida de tiempo. Hay dos o tres gags divertidos que me arrancaron otras tantas risas y que hicieron pensar a A que me estaba gustando. Pero no, nada más lejos de la realidad, si hubiéramos estado sentados cerca del pasillo no habríamos aguantado hasta el final. Ni locos.

LLevo unos cuantos días evitando los periódicos, sobre todo las fotos de las portadas. Es una forma patética de huir, pero no lo puedo evitar. Ayer El Roto volvió a demostrar en El País que es de los que sabe decir más con menos, y más bonito:

Hablando de otra cosa: la semana pasada me compré por 50 dólares, en los chinos de NY, este reloj. Nuevo cuesta, dependiendo del descuento que uno consiga, entre 6 y 8.000 €. La foto está tomada ayer a las 20:30 en Barajas. No digo la hora porque sí, "fijarse" bien por favor...

A me dijo, al verlo, que le dolía no ser AT para ser capaz de describir con palabras lo estúpido que le podía parecer. El colmo del snobismo, creo que llegó a decir. A mí me encanta. A no podía creer que me lo hubiera comprado, lo que ahora que lo pienso, después de decir lo que dijo, no me deja demasiado mal.

Pero no traigo el reloj aquí por eso, sino porque esta compra me ha ayudado a descubir -o a confirmar- que tengo un grave problema de credibilidad, como ZP (ya sabía yo que algo teníamos en común). A quien le digo que me lo he comprado en los chinos no me cree, pero tampoco consigo que me crea la gente a la que le digo que es bueno. El problema no es el reloj, por tanto, ni siquiera lo que digo. El problema soy yo

Esta semana está siendo difícil. "Es la resaca del champán", que decía Mecano. El champán es, en este caso, el viaje de la semana pasada. Bonito, sí, pero también muy duro en cierto sentido.

martes, 12 de enero de 2010

Mass Av

Me moría de ganas de llegar a Boston y ponerme las zapatillas para cruzar corriendo uno de los puentes que une la ciudad con Cambridge y con el campus de Harvard. El que crucé, que sale de Massachusets Avenue, creo que se llama Harvard Bridge, es el principal recuerdo que yo tenía de mi estancia en Boston. Cruzar el puente, en dirección Boston, con la cinta de los Gipsy Kings a tope. Parece que la estoy oyendo, que me estoy viendo… Es una imagen que no sé por qué he recordado muchísimas veces, de esas que uno cree que le pasarán por delante cuando se esté muriendo.

Lo primero que hice cuando llegué a Boston, en julio del 92, fue comprarme un coche. No es una expresión, fue exactamente lo primero que hice. Cuando pregunté al taxista que me llevaba del aeropuerto al Campus dónde me podía comprar un coche barato de segunda mano me dijo que él vendía uno. Sin pasar por la residencia fuimos a su casa, recuerdo (no es coña) que de camino cogimos a algún otro cliente. Vivía en las afueras de… de no sé dónde.

El coche estaba en el jardín de su casa, era una furgoneta de cartero. No lo parecía, lo era. Sólo le faltaba el número de licencia, que no se veía porque habían pintado encima. Era una furgoneta pequeña, con dos puertas correderas y el volante a la derecha para poder dejar las cartas en los buzones sin tener que bajarse. Era blanca, con rayas azules y rojas. Por supuesto, me la compré en aquél mismo momento, de hecho es el vehículo que utilicé para llegar a la residencia. No recuerdo cuánto me costó, aunque fue poco, lo que sí recuerdo es que se la vendí al hijo del Cónsul un poco más cara: ya se había montado con nosotros varias veces, y le había cogido cariño.

En Estados Unidos las matrículas no van con los coches sino con las personas, al menos entonces, así que lo segundo que tuve que hacer es ir a sacarme una. Qué pena no haberla guardado, durante mucho tiempo estuvo dando vueltas por mi cuarto de Serrano. Era verde.

La furgoneta nos dio un servicio fenomenal. Digo “nos” porque se convirtió en el medio de transporte de un grupo muy divertido que formamos N, G, P, y otro de quien ahora no recuerdo el nombre. Siempre con la cinta de los Gipsy, porque no teníamos otra. Muy divertido. La furgonetilla aquella se portó bien, me sirvió para dormir muchas noches y me llevó hasta Montreal. La frontera canadiense me costó pasarla, la policía no entendía qué hacía un español en una furgoneta de cartero pasando a Canadá.

En aquél curso lo pasé bien. En aquella época recalaron en el puerto de Boston las réplicas de la Pinta, la Niña y la Santa María que estaban dando vueltas por el mundo con ocasión del quinto centenario (hoy me decía el Cónsul que él había estado metido en aquél sarao). Las carabelas no venían solas, las traían un grupo de 20 o 30 marineros del Puerto de Santa María que traían, además de jamón rico, más marcha de la que por entonces había en todo Boston. Les conocimos en una recepción que en su honor hizo el Cónsul, y a la que nos invitó su hijo, el del coche, y luego ellos nos invitaron a alguna fiesta en las carabelas, que eran “suelo español”. Y hasta aquí puedo leer…

De todo esto me acordaba ayer corriendo por el puente, atravesando el río completamente helado, con un frío que cortaba la respiración. Tuve que decirlo en alto, casi casi gritando: “joder, qué pasada”. La vista del sky line de Boston por encima del río era espectacular, y además era la que tantas veces había recordado, la de los Gipsy. La leche.

lunes, 11 de enero de 2010

Nueva York - Boston

Pennsilvania Station. Qué tendrán los nombres que casi siempre significan más de lo que representan… Pennsilvania Station, de camino hacia Boston. Hay casos en los que no es fácil responder a la típica pregunta de dónde te gustaría estar ahora mismo, sin contestar “aquí, aquí mismo, donde estoy”. La última -y única- vez que… (Espera, no pierdas el tiempo contando la vida y vívela: ahora mismo, a la derecha, el sol se pone por encima de Manhattan, el puente de Brooklin y el río Hudson. Disfrútalo, retenlo. Ya. Ya, sí, pero qué triste echar de menos la foto por no saber contarlo)

La última vez que estuve en NY, decía, tanto NY como yo teníamos 17 años menos. Yo llegué en avión a Newark desde Boston, y desde el mismo aeropuerto me puse a buscar hotel con la ayuda de una guía telefónica que colgaba de la cabina. No encontraba habitación en ningún lsitio y tardé dos horas en encontrar algo que por teléfono no entendí muy bien pero que tenía pinta de valerme, tal como estaban las cosas. Resultó ser un “matress” en un albergue en Harlem. Un colchón (no uno en particular, sino el que buenamente quedara libre cada noche) en una habitación enorme con más de 50. Mi imaginación durante estos años ha ido agrandando las cucarachas que corrían por el suelo hasta llegar a un tamaño que no parece posible.

Tengo que disciplinarme un poco y venir al blog con más asiduidad. Porque, ¿Ahora qué cuento? De la última entrada hasta aquí han pasado tantas cosas que no sé qué elegir: he leído el nuevo tomo de AT del que curiosamente ya no recuerdo el nombre; he leído también los Vidarios, y releído el Gato Encerrado: me he ido a esquiar con la familia, he visto crecer a mis hijos por minutos y he disfrutado viéndoles gozar con lo que durante un tiempo fue una de mis pasiones; he vuelto a Santander, y al volver me he dado cuenta de que esto va en serio y por primera vez me he sentido allí en casa; he pensado que es el momento de alquilarme un piso, para estarlo aún más; una conversación interesante me ha hecho pensar en esto del blog, y en general en mi forma de ver mi vida (saludos, si estás); he leído y descubierto a Ramón Gaya; he paseado por Central Park nevado; he comprado como si no fuera a volver a hacerlo en meses; he querido ver a Velazquez con una mirada nueva, y no sé si me ha salido un poco forzada.

Sí, creo que eso es lo más importante que me ha pasado en estas últimas semanas. Si tuviera que elegir un par de cosas (¿puedo tres?) me quedaría con los niños esquiando, con la vuelta a Santander y aún a riesgo de parecer pedante con la lectura de RG. Esta lectura se la recomiendo vivamente a todo el mundo, no creo que nadie que le pueda dedicar un par de horas tranquilas y arrepentirse de hacerlo. No pensaba hacerlo, pero no me resisto a copiar aquí unos fragmentos. Creo que valen más que lo que yo pudiera contar.

El ensayo explica algo que para mí ha resultado ser al mismo tiempo muy nuevo y ya sabido, y es que el verdadero arte no es el que según unas reglas descompone la realidad para volver a representarla. Ese es un tipo de arte, sí, que puede alcanzar cotas excelsas, pero hay otro. El otro es el Arte creador. Velazquez, en ese sentido y según Gaya, no pinta sino crea. No colorea, como El Greco, no compone, como Zurbarán, no dibuja, como Goya. Tan solo crea. Y cómo él hacen Miguel Ángel, Cervantes, Shakespeare, Mozart… RG lo dice mucho más bonito:

“Un artista como Rafael, que es sólo un artista, un gran artista nada más, es lógico que ponga todo su inspirado empeño en hacer obras de arte; como por otro lado le sucede a Góngora; como le sucede incluso a Flaubert…” “Por el contrario, Velazquez, que no es un artista, que es lo más opuesto a un artista, es natural que no ponga demasiada atención en el arte, en la obra de arte… Su alta vocación es otra, como por ejemplo la vocación de un Van Eyck o un Tiziano… No tratan de gozarse en una tarea artística, ni de realizar una obra artística, válida y útil como belleza, como donativo de belleza a la sociedad.; lo que buscan es ir creando unos seres vivos, unos hijos vivos que poder darle no a la sociedad –que no juega aquí- sino a la realidad, a la hambrienta y dura realidad.”

Por eso parece ser que un crítico exclamó delante de Las Meninas: ¿Dónde está el cuadro? Porque en cierto sentido no hay cuadro, no hay pintura. Es sólo realidad.
Termina el ensayo hablando de la Gioconda. Dice Gaya que la Gioconda no es una creación, es un invento. No sé explicar aquí los argumentos, pero recomiendo y casi pido a quien le interese que me pida copia del ensayo. Lo saco aquí por cómo le ayuda la Gioconda a Gaya a terminar su ensayo con algo verdaderamente profundo, algo que es la idea a la que uno lleva dando vueltas sin mucha originalidad durante un par de años, a que lo que único que verdaderamente tiene capacidad creativa y creadora es el amor. Termina Gaya así, comentando la “utilidad” de la Gioconda:
“Era una prueba evidente, redonda, limpia, perfectísima, de la impotencia del Hombre solo. Era una demostración límite de lo que sucede cuando el hombre, ebrio de humanismo, ensorberbecido de hombría, o sea, renegando de la materna pasividad creadora que le ha sido dada, encomendada, decide apoyarse únicamente en el presuntuoso genio activo, solitario, del hombre a secas. Obcecado en su hacer y en su poder, se le extravía la carne; y claro, el alma, el alma que está dentro de la carne también se oscurece”.

Tiene huevos venir a NY para, desde el tren que le lleva a uno a Boston, escribir del arte y la creación. Tiene huevos y me a llevar a perder los pocos lectores que tengo, que seguro que estaban esperando que hablar del frío que ha hecho, del pedazo de Frank Muller “crazy hours” que me he comprado en la quinta avenida, o dónde me he comprado los polos Lacoste por 30 euros, los Sebago por 50 o las Asics por 60. O al menos, otorgándole a mi audiencia un poco más de interés cultural, que hablara de mis reuniones en la Ford o en la Rockeferler Brothers Foundation, en el Linconl Center o en la Morgan Library. O al menos Todo eso llegará, espero, y poco a poco para no empachar a nadie.

Pensaba traer aquí fotos bonitas (fotos BB porque no me he traído la Cámara) pero ya las colgaré. Por ahora sólo traigo estas dos, hechas a hurtadillas en el New Museum for Contemporary Art, que vienen al caso.










Y lo peor es que a este precioso museo de el Bowery llega sólo lo mejor de lo mejor del arte contemporáneo mundial. Algo tiene que estar podrido en el reino del arte, aunque sea poco progresista y políticamente incorrecto decirlo.

No, no puedo dejar sólo estas fotos. Van tres de NY, normales, el resto estarán en Picassa en unos días.