domingo, 27 de septiembre de 2009

Malditos Bastardos

Iba a empezar esta entrada diciendo que "Malditos Bastardos" es buena, muy buena, pero algo me ha frenado. Porque lo es y al mismo tiempo no lo es tanto. Está muy bien hecha, de eso no hay ninguna duda, es casi perfecta: Brad Pitt está especialmente inmenso, pero todas las actuaciones son excelentes, de verdad que fuera de lo común. El ritmo es trepidante durante las dos hora y media que dura la peli, la música es buenísima, la fotografía inmejorable... ¿Entonces? A lo mejor es como ir en un cochazo por una carretera magnífica... a ningún sitio. Aunque a lo mejor no es así, a lo mejor me estoy volviendo un poco cenizo. No estoy seguro porque lo que sí me ha quedado es una sensación de crudeza real, muy real, que en sí misma puede que sea valiosa. Varias veces en la peli me he encontrado susurrando: ” hijos de puta..."

Me estoy volviendo un maniático. Nada más sentarme me he dado cuenta de que el tipo de al lado podía estropearme la película. Era un tío muy grande que tenía el brazo bien apoyado en el reposabrazos y el codo, directamente, en mi sitio. He hecho un par de amagos de empujarle, pero no ha reaccionado. Como me conozco y sé que podía pasarme dos horas sin pensar en otra cosa, directamente le he dicho que por favor quitara el brazo. Al de delante en dos ocasiones le he tocado en el brazo para que lo bajara, no soporto a la gente que llega tarde y me tapa la pantalla 5 minutos después de empezar… Hoy he salido rápido, porque de repente me ha parecido que el de al lado podía ser JM, y me habría muerto de la vergüenza.

Ha sido esta una semana muy larga, muy intensa y muy provechosa. No volví a Madrid hasta el viernes, agotado, entre otras cosas porque el martes, el miércoles y el jueves tuve almuerzo y cena. La del jueves con AT y M fue la más bonita y también la más fructífera. Primero estuvimos en la sede del Banco viendo los Solana, que no sé si me parecieron preciosos sólo por las explicaciones de A o porque realmente me gustaron. El edificio es precioso, pero sobre todo es excesivo: las puertas, los suelos, las alfombras, las paredes, las mesas... Es el culto al exceso. A estuvo gracioso toda la visita. En la sala del Consejo, la más elegante y formal de todas, dijo señalando a la enorme pantalla: “ahí es donde ven el porno” No pude dejar de imaginarlo.

Comimos en Cañadío, aunque habíamos reservado en el Bar del Puerto. A última hora cambié por el clavo que nos metieron en la cena del día anterior, que fue ahí. No vuelvo, no se come mejor que en el resto pero te cobran, exactamente, el doble que el resto. En el almuerzo hablamos de todo: de Santander, de la Fundación, de Solana, del sectarismo en la política, de los jóvenes, del miedo al compromiso,de los diarios, y sobre todo de planes que aunque parecen locuras puede que no lo sean del todo. Los dos estuvieron muy cariñosos, A llegó a decir que la que se estaba tomando era la mejor merluza que se había tomado en su vida. Se lo agradecí porque era mentira, si hubiera sido verdad no habría tenido mérito.

De los diarios hablamos mucho, es curioso pero me pareció que le gustaba hablar de ello, que no estaba harto. Varias veces, incluso, hablamos de aspectos sobre lo que parece ser casi habían discutido esa mañana. Estuvo, por ejemplo, muy de acuerdo conmigo en que su salvación son los cinco años que pasan hasta la publicación, no sé bien por qué le encantó que lo viera así. También coincidió en que la clave era el equilibrio entre estética y el contenido. En cuatro semanas sale el nuevo tomo, junto al libro “Vidarios” que sobre los diarios han escrito varios amigos.

Me ha gustado verle cómo se ilusionaba con las cosas, cómo se ponía nervioso por momentos, como se iba acelerando. Me recordaba a mí cuando al día siguiente no podía dejar de mandarme mensajes y de hablarme de cosas que sólo tendrán importancia, si es que llegan a tenerla, dentro de cuatro o cinco años como poco. Mañana como de nuevo con él, ya sin M pero con su gran amigo JMB.

Muchos amigos me están diciendo que me ven muy contento, que se me nota especialmente ilusionado. Y sí, lo estoy, ahora lo estoy notando mientras escribo. Sin darme cuenta, durante un tiempo había perdido esa pasión casi infantil, seguramente ridícula a veces, que tiraba de mí y de mí cabeza para adelante con una fuerza especial que ahora siento de nuevo. Tengo que tener cuidado para no acelerarme, es la parte mala de este estado de ánimo.

Mañana es el cumple de A. No me importa decirlo porque cuando lo lea ya lo sabrá: en el desayuno, antes de irnos, le voy a hacer un regalo muy bonito que compré ayer después de darle vueltas durante semanas, un regalo que le prometí hace mucho con la tranquilidad con la que se prometen las cosas que uno cree que nunca tendrá que cumplir. Me encanta hacerle rabiar con lo de los regalos, a ella le da igual lo que le regalen pero a mí hay pocas cosas que me gusten más que comprarle cosas, es curioso. Esta mañana, ya hasta las narices, me decía ¿Pero vamos a ver, tú para qué me haces regalos? ¿Para presumir? Le he preguntado que delante de quién se supone que podría querer presumir, y rápidamente me ha contestado: “de ti”. Parece muy profundo. muy, muy. Aún así yo creo que no, que lo hago sólo porque darle un regalo es como darle un poco de mí mismo, y eso me llena. Pero vete tú a saber.

Por cierto, ¿Recuperaremos la obra de teatro con la que estábamos? Es la segunda vez que G me hace aprenderme un papel y luego me deja tirado…

domingo, 20 de septiembre de 2009

Frozen River

Hace un rato, viendo Frozen River, me he llegado a asustar al pensar en las estupideces por las que nos preocupamos muchas veces, al pensar en la importancia que damos a cosas que no la tienen y en los disgustos que nos llevamos día sí y día no por cuestiones completamente superficiales.

Es raro que me haya pasado eso, ahora que lo pienso, porque para pensar ese tipo de cosas hay que salir por un momento de la película y del mundo que cuenta, para pensar en el mundo de fuera de la sala, ese que llamamos mundo real. Y digo que es raro porque Frozen River consigue –o eso me había parecido- meterte de lleno en el mundo que crea, en ese mundo frío y de color gris donde cada uno de los personajes lucha por lo suyo y por los suyos.

Acabo de googlear el nombre del Director, Courtney Hunt, para ver qué películas había dirigido antes de esta, pero resulta que es su primer trabajo como Director. Lo he buscado porque la película destila algo especial, una sensibilidad y una ternura que no es fácil de encontrar en el cine. Es tierna, sobre todo, la relación entre los dos hijos de la protagonista: en las circunstancias que se cuentan, lo normal en el cine que se hace hoy que es que el hijo mayor hubiera sido un capullo egoísta, y es todo lo contrario.

Por eso decía que en el mundo helado de Frozen River cada uno lucha por los suyos. Esto sí es amor, y no los egoísmos camuflados de la Coixet. Y eso dentro de la dureza de la historia y de algunas de las cosas pasan dentro de la historia, que le tienen a uno en vilo desde que empieza la peli hasta el último minuto. Esta sí que le he dicho a A que se la baje, aunque parece que ahora está con problemas con el Ares. Será nuestro amigo Tedy, que nos habrá metido un virus en el ordenador para que no delincamos.

Ha sido un fin de semana muy bonito. Un fin de semana normal, pero en el que todo ha sido especial. No sé si me explico. Cenar fuera los viernes -como hicimos- es normal, pero la cena de este viernes fue especial. Levantarse tranquilamente el sábado en casa, sin nada que hacer, es lo normal, y aunque eso es lo que hicimos, ayer fue especial. Así pasó un poco con casi todo, y da gusto porque las mismas cosas, vividas con intensidad, son completamente distintas. Es lo que decía el otro día, por lo que por cierto me acusó un lector de plagio: No es lo mismo vivir que vir. No, no es lo mismo, no tiene nada que ver. Vivir es mucho más apasionante, mucho más divertido.


Esta foto está tomada en la pradera de casa, en Cercedilla, hace exactamente 12 años: el 20 de septiembre de 1997. A dice que estoy mucho más joven pero yo me veo igual. Ella no, ella está hoy mucho mejor. Nos lo pasamos muy bien ese día. Empezamos a eso de las 11 y a no fue hasta las 5 de la mañana cuando nos montamos en el Twingo y nos fuimos al Parador de Segovia a descansar un par de días antes de irnos a Marruecos. Me acabo de dar cuenta de que esas fotos no las tengo colgadas en Picassa, esta misma semana lo hago.

12 años. Es todo o no es nada según se mire, o según con qué se compare. Es como cuando A pregunta ¿15 minutos es mucho? Pues para estar debajo del agua sin respirar sí, pero para dormir por la noche no. No, el símil no vale. 12 años de casados son muchos se mire como se mire. Puesto en días son 4380, pero tampoco eso da una idea de lo que es. Tres hijos de 11, 8 y 6 años. Eso sí dice mucho, eso sí da una idea de lo que ha pasado en este tiempo.

Lo hemos pensado mucho estos días viendo a M y a A con I, ellos están empezando ahora una etapa preciosa (y larga, por qué no decirlo) que a nosotros nos da la sensación de haber acabado. A veces nos parece que nos casamos ayer, pero cuando nos queremos da cuenta estamos hablando (como esta tarde) de lo poco que queda para que a nuestros hijos ya no les apetezca venir a Cerce con nosotros, e incluso para que les vuelva a apetecer cuando ya se hayan casado. Sí, no es una exageración decir que ya somos como eran nuestros padres cuando empezamos a tener conciencia de ellos.

12 años, como los whiskies buenos. ¿Fáciles? No, qué va. ¿Pero hay algo que merezca la pena que lo sea? Muchas veces, en el trabajo, he llamado la atención a otros y a mí mismo sobre lo importante que es disfrutar de lo logrado cuando las cosas salen bien. A veces el agobio por lo que queda por hacer no nos deja disfrutar de lo que sí hemos hecho. No nos damos cuenta de que podíamos no haber llegado.

Cuando aquél día 20 de septiembre nos casamos, de lo que se trataba era de llegar a este 20 de septiembre precisamente a donde estamos ahora. Y aquí estamos. Aunque no haya sido mérito nuestro, ni gracias a nuestras fuerzas, porque es el de arriba el que nos ha sostenido a veces contra nosotros mismos y contra nuestro egoísmo, no cabe duda de que nosotros también nos lo hemos currado. Y ha merecido la pena. Y aunque de todo ha habido, claro, en general nos lo hemos pasado bien por el camino y nos hemos reído, que fue lo que nos propusimos unos años antes de ese primer 20 de septiembre en la puerta de los Jesuítas de Serrano.

¿Y ahora? Ahora queda todo por hacer, sí, pero de nuevo: para hacer bueno ese "para siempre" del 97 había que estar hoy aquí.

Y aquí estamos.

Y felices de estar.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

No es lo mismo

No es lo mismo correr que correr, pensaba mientras corría hace un par de horas por la playa de El Sardinero. Salí ayer y he salido hoy, los dos días me ha caído una buena chupa de agua pero los dos días lo he disfrutado mucho, hoy incluso más que ayer. Correr hoy era casi una necesidad, además el agua de la lluvia en vez de molestar me ha ayudado, al llegar al hotel me sentía como si además de correr me hubiera dado un baño.

El recorrido es precioso. Salgo del Bahía por los Jardines de Pereda, y en cuanto puedo me cruzo al muelle. No creo que haya mucho más de un kilómetro hasta Puerto Chico, y la vista de la Bahía –siempre hay barcos entrando y saliendo- hace que parezca mucho menos. Después de Puerto Chico empieza la cuesta arriba, único tramo en el que se pierde de vista el mar. Pero por poco tiempo, enseguida aparece una playa de la que ahora no recuerdo el nombre y luego, después de la Magdalena, el Sardinero con el Cabo Mayor al fondo. Aunque era tarde y no hacía calor, la tentación de entrar en la playa para darme un baño ha sido considerable.

He llegado hasta el Hotel Chiqui y he vuelto por el mismo camino, serán unos nueve kilómetros. La lluvia me ha caído en la cuesta arriba y al final, y como decía he llegado al hotel como recién salidito del agua. Algún día tengo que hacerlo, tirarme al agua desde el muelle. La semana pasada un niño que venía de frente andando, normal, como si tal cosa en 10 segundos se había quitado las zapatillas y la camiseta y estaba volando hacia el agua. Qué pena ser adulto, no poder hacer esas cosas. Estuve a punto de ir al por el traje de baño y volver, pero luego me acochiné pensando en la imagen que se podía llevar de mí si alguien conocido me veía a las siete de la tarde saltando al agua en medio del paseo.

Tengo que seguir, a ver si las rodillas me respetan. No sólo porque me quedo como nuevo, sino por lo útil que es para pensar. Hoy por primera vez se han ido uniendo cosas que llevaban dándome vueltas por la cabeza varias semanas, y que por fin parece que empiezan a tomar cierto sentido. No he querido arriesgarme a que se me olvidaran y me he puesto a escribir antes incluso de ducharme, seguro que lo leo ahora y me parecen tonterías.

Hoy ha empezado el famoso congreso, me recordaba un poco a la época de Iuve. Los nervios del comienzo, los stands, las acreditaciones, las sillas del auditorio, las columnas que tapan… Y eso que yo he llegado sólo a disfrutar, porque estaba todo montado. Qué tiempos aquellos en los que la noche antes nos la pasábamos haciendo muretes con cemento para que no pasara el agua o clavando moqueta. Y poniendo stands con Ginés y su hermano Antonio, creo que se llamaba. Éramos los amos de la carraca. Lo importante era poner bien el primer panel, luego ya “iba mandao”.

He quedado a cenar la semana que viene con AT y con su mujer, me hace mucha ilusión y creo que me pueden ayudar mucho a aclarar algunas de esas ideas que he apuntado hace un rato. Llevábamos unos días intentando encontrar un hueco para vernos y charlar, y resulta que la semana que viene tenían prevista una escapada de fin de verano a Santander. Bueno, nos veremos con el permiso de los más de 2.000 oftalmólogos que tienen copados los hoteles de Santander de martes a viernes. ¡2.000 oftalmólogos! Suena apasionante ¿Habrá muchas oftalmólogas?

Por continuar (aunque de forma desordenada) con la crítica gastronómica que empecé la semana pasada, diré que ya tengo claro cuál es la mejor opción para comer bien (perdón, muy bien) en Santander sin gastarse cantidades indecentes: Cañadío, un restaurante que está en la Plaza del mismo nombre, a dos minutos de la Fundación. El gazpacho, la menestra, las albóndigas de merluza en tempura, la ensalada de bacalao… Todo delicioso. Los chipirones de hoy un poco salados, pero por lo demás excelente. Aunque lo mejor que he comido desde que estoy aquí es, sin duda, el plato de kokotxas de La Bombi. De esas que se deshacen en la boca, de las que podrías comerte decenas sin enterarte. Sencillamente magníficas.

No hago más que repetirlo a todo el que me pregunta que cómo se lleva eso de pasar más de media semana en Santander: puestos a tener que pasar tres días a la semana en algún sitio, no se me ocurre otro mejor que Santander. No tengo nada contra Lugo, León, Tarragona, Lérida, Babajoz o Alicante, pero esto es otra cosa. No llega a ser San Sebastián, pero casi.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Mapa de los sonidos de Tokio

Había que ir a verla, estando en cartel la última de “la Coixet” no tenía demasiado sentido ir a ver otra, y eso que “Frozen River” también tenía buena pinta (luego, al salir del cine, he visto que tiene un montón de premios, así que será la del domingo que viene).

Si nada más terminar la peli me preguntan que qué tal, sin dudarlo digo que bien, que bonita… O incluso que muy bonita. Ahora bien, si me preguntan por qué, o si me dan un rato para meditarlo un poco, la cosa deja de estar tan clara. Ahora pensaba, por ejemplo, si recomendársela a A para que se la baje. No, creo que le voy a decir que no merece la pena. Aunque tampoco sabría decir muy bien por qué.

En algún momento he pensado que es una especie de historia coral de amores que en realidad no son amores, que sólo parecen serlo, que son otras cosas. En ese sentido es un poco triste, porque es un poco vacía. Sí, eso es lo que me ha parecido: vacía. Vacía de… de algo, no sé, de lo que sea que pudiera llenarla. No acaba de pasar nada, y eso no sería un problema si no fuera porque se supone que sí pasa. Me parece que no me estoy explicando, lo siento. Y tampoco quiero exagerar: la película, ya lo he dicho nada más empezar, está bien. La fotografía es muy bonita, aunque dicho así me recuerda a cuando decimos de una tía no muy agraciada que es muy maja.

“Echaba de menos su silencio”. Es una de las frases con las que empieza la película, que me ha parecido una forma muy bonita de explicar lo que da la sola presencia de alguien, aunque esté en silencio, o precisamente porque está en silencio, en un silencio que puede llenar una casa por grande que sea. Según escribo me parece que precisamente eso puede ser lo que le falte a la peli, un silencio que la llene en vez de tantas palabras que la vacían. ¿Demasiado traído por los pelos? Puede que sí.

Me ha gustado mucho la imagen de las tablillas colgadas en el templo, tablillas conteniendo peticiones y deseos. Me ha recordado al muro de las lamentaciones, y a una foto que hice allí que siempre que me ha parecido que aún estando hecha desde muy cerca llegaba muy lejos, al infinito, porque contenía decenas y casi cientos de deseos, de sueños, en realidad de vidas enteras. Es, en ese sentido, una foto profunda. A mí siempre me ha gustado mucho. Está en el álbum de Jerusalen de Picassa, es esta:

http://picasaweb.google.com/lh/photo/e_rux8Pr8yFK5k-acoc9uQ?feat=directlink

Este verano, en Córcega, no hacíamos más que preguntarnos de quién serían esos peazo de barcos que llenaban todos los puertos. Son desconocidos, pensábamos, y cuanto más ricos más desconocidos. Lo leí hace mucho no sé dónde, que los verdaderamente ricos son los que no salen en las listas de Forbes. Pues bien, el otro día en el chino del Villamagna me topé con uno o dos de ellos:

Una venezolana entrada en carnes y bastante despeinada, que claramente formaba parte del séquito del Comandante C, hablaba con un español enorme que le estaba proponiendo un negocio relacionado con el gas que requería de una inversión inicial de “sólo” 600 millones de Euros. A tal efecto estaban creando –sí, creando- un banco de inversión con unos socios panameños y rusos. Otros dos países que salieron en la conversación fueron Jamaica y Quatar. Ella tenía tres móviles encima de la mesa, y él dos. Ella no paró hasta que no consiguió que el camarero le echara un par de hielos en la copa de vino tinto que se estaban tomando. El camarero, no hay ni que decirlo, no sabía a dónde mirar. ¿Cuantos milloncejos se emblosará cada uno si la cosa sale? Más de dos y más de tres, no me cabe duda.

Mañana estoy en Madrid, pero el martes me voy a Santander y ya no vuelvo hasta el viernes por la tarde. Tenemos allí un congreso internacional sobre inteligencia emocional al que vienen los mejores expertos del mundo y al que se han apuntado ¡Y pagando! casi 400 congresistas. 200 de ellos presentarán ponencias. Me apetece mucho, A me decía cuando fui ayer a ver a mi ahijada que a lo mejor aprendo un poco y consigo ser más “emocionalmente inteligente” a la hora de plantear cosas en la familia. A ver, no confío demasiado, yo creo que para esos menesteres ya soy un caso perdido. Lo único que me da un poco de pereza son las cenas, le estaba cogiendo el gusto a eso de irme yo solo a tomarme un pescadito y una ensalada de tomate.

El viernes publicó El Diario Montañés una nota, la verdad mucho más larga de lo que yo pensaba, y con foto, sobre mi nombramiento. Es un periódico local (aunque, como me comentaba C, es importante porque lo lee el jefe) pero no deja de impresionar que lo medios hablen no ya de cosas que ha hecho uno, o en las que uno ha participado, sino de uno mismo y de su nuevo trabajo. Por un lado me gustó, no voy a negarlo, aunque por otro lado habría preferido que no publicaran nada. Es como los aplausos al principio, no hacen sino meter presión. Los aplausos, si corresponden, al final. ¿No?

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Sin control

Esto se nos está yendo de las manos: el pasado viernes en el aeropuerto de Santander FO me dijo con toda naturalidad que seguía mi blog (Yo no había visto a Fernando más de 3 o 4 ocasiones); sólo un día antes el P me había dicho de un tirón se había leído casi desde el final de Stanford; ayer mismo me llegó un mensaje de linkeding más que sorprendente por el que pude saber que J se había convertido en un nuevo lector y que estuvo, dice, leyendo hasta las dos y media de la mañana; y para rematarlo hoy S, como la cosa más normal del mundo, cuando me iba de la Fundación me ha extendido sin mediar palabra un post-it en el que ponía “Filmoteca Cántabra”. El lunes tuve más de 100 lectores, cosa que no recuerdo que haya sucedido antes quitando el día de los churros, y ayer –sin entrada- hubo algo más de 50.

No, no me voy a hacer la víctima diciendo que qué horror. ¿Para qué escribo, si no es para que me lean? ¿Para leerme yo? No, no cuela, es un recurso manido, barato, y poco creíble. Escribo porque me gusta que me lean, estoy convencido de ello no porque lo sienta, o porque sea consciente, sino por eliminación: no se me ocurre otra razón que explique que me haya dado por esto.

Hace un rato, paseando por los Jardines de Pereda, envidiaba a mi admirado AT por esa costumbre suya de publicar los diarios 5 años después de escribirlos, y sólo después de darles un buen repaso. Así cualquiera, así podría escribir yo ahora todo lo que me pasa por la cabeza, con la tranquilidad de que en el 2014 tendría la distancia suficiente como para quitar lo que haya que quitar y dejar lo que se pueda o convenga dejar. Lo de T es una estrategia de supervivencia, sencillamente.

También pensaba en ese mismo paseo, tomando un helado de chocolate y manzana verde, en cuál puede ser el interés de este blog. Y para llegar a una respuesta tiraba de nuevo de mi amigo T. Toda vida es una novela, la mía también. Una novela apasionante con su argumento misterioso, con sus intrigas, con sus episodios oscuros, con sus personajes… Otra cosa es que no sepa, no pueda o no quiera contarla.

Hoy me he dado mi primer baño en El Sardinero. Es una playa familiar: se parece a la de Deba en la arena, en el color y la temperatura del agua, en el tipo de olas, en el tipo de algas. Es curioso lo del agua, te metes y sales nuevo. Nuevo de verdad, ahora que lo pienso por eso debe usarse la inmersión en agua para bautizarse, para nacer a una nueva vida; porque cuando estás dentro, por un momento, desaparece todo lo de fuera. Y al salir eres otro, o al menos eres el mismo pero “reiniciado”. Me he dado dos baños largos, el agua estaba muy buena y además tenía la sensación de que ese baño podía ser al mismo tiempo el primero y el último.

Desde que vine la semana pasada a Santander me está pasando algo extrañísimo: un grandísimo número de hombres que me cruzo por la calle se parecen muchísimo a mi padre, y buena parte de las mujeres son iguales que BMG. No puede ser sino sugestión, pero aunque intento abstraerme y dejarme de bobadas, me sigue pasando. Me siento como en el Show de Trhuman, como si alguien me los fuera colocando delante a posta, y les hiciera salir de las tiendas justo cuando voy a pasar.

He cenado en la Bodega del Riojano, para darle una segunda oportunidad, y sigue sin gustarme. Me he tomado los chipirones por recomendación del camarero, que me han dicho que eran la especialidad. ¡Rellenos de gambas! Sólo hay una razón por la cual se pueden querer rellenar de una especie de pasta de gambas unos chipirones: que no sean suficientemente buenos como para rellenarlos sólo de sí mismos. Es lo que pasaba hoy, además de que más que chipirones parecían sepias, y eso que el mismo camarero me ha asegurado que eran de anzuelo.

Para terminar: acabo de ver que en el hotel ofrecen diferentes tipos de masajes. De aromaterapia, de aceites esenciales, de Bambú escultor (este ya tiene su gracia), de esferas chinas… Hasta ahí todo bien. La sorpresa me la he llevado al descubrir que hay un masaje… ¡¡Cántabro!! El folleto dice, textualmente, que está “destinado a conservar y perpetuar nuestras tradiciones” Dura 50 minutos y cuesta 60 euros. Sin comentarios.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Todo Bem

No he ido al cine porque me he venido a Santander. La semana que viene tenemos un congreso muy importante sobre inteligencia emocional y como iba a ser mucho más útil aquí que allí no lo he dudado. Mañana después de comer me vuelvo a casa, y el miércoles por la noche otra vez aquí. Me imagino que dentro de poco me sentiré en Barajas y en estos aviones de Air Nostrum como en casa. Hoy el avión era mucho más grande, se ve que el domingo vuelve mucha gente de fin de semana.

Sinceramente no pensaba escribir, pero me han pasado dos cosas que al final me han animado, y que así de paso me permitirán contar algo más de esta “vuelta al cole” tan peculiar.

La primera es que a mi lado en el avión se ha sentado una chica muy maja, muy sonriente y muy mona que ha dedicado la mitad del vuelo a leer con toda atención un artículo del Cosmopolitan que se titulaba “Lleva tu orgasmo a otro nivel”. No ha sido una lectura superficial, un repaso en diagonal al uso, más que leerlo parece que lo estudiaba. Yo he intentado concentrarme en la lectura de mis “Aventuras de joven soldado Svejk”, que siguen arrancándome carcajadas de vez en cuando, pero no puedo negar que me ha costado. Cuando ha pasado página y se ha enfrascado en el apartado “aprende a explorarte” he cerrado el libro y he mirado para otro lado. Antes del artículo en cuestión además había calentado motores –nunca mejor dicho- con un test de “personalidad sexual”. Cuando aterrizábamos ya había terminado el reportaje y estaba echando un vistazo al “eróscopo”.

He llegado a Santander a las 10 y media, y para que no me cerraran le he pedido a M que me dejara directamente en el Bar del Puerto para tomar unas rabas y una ensalada de tomate. Las rabas son lo más famoso del restaurante, lo que no sé es muy bien por qué, por no son tan distintas (salvo por el precio) que otras decenas de rabas que ha tomado en otros sitios. El tomate sí estaba de lujo, y además costaba la tercera parte.

En un mesa cerca de la mía estaba cenando, también solo, OE. En este caso normalmente pondría el nombre completo, porque es un personaje público, pero mantengo las iniciales sólo para fastidiar a M. Va por ti, y por tu tripa. Pero a lo que iba, siguiendo una tradición mía y de acuerdo con la poca vergüenza que siempre he tenido, me he acercado a saludar y a presentarme. Ha estado muy majo, le he dejado una tarjeta –manuscrita, de las otras aún no tengo- por si acaso algún día se le ocurre algún proyecto bonito en el que pudiéramos colaborar. Me ha dicho, no sé si en broma o en serio, que estaba de “espía” para ver cómo estaba haciendo las cosas una de las ciudades que compite con la suya por la capitalidad cultural para el 2016.

Estas son las dos bobadas que me han traído al blog esta noche y que me permiten contar, como decía, que la primera semana en este nuevo proyecto profesional ha sido una gozada. Me ha encantado conocer más a fondo los proyectos que tiene la fundación, a través de los cuales se está haciendo una labor preciosa, decidida, callada, constante. Además no pensaba yo que en sólo tres días ya tuviera tantas cosas que hacer, me da la sensación de que eso es un buen síntoma. Espero estar a la altura.

En Santander estoy, por ahora, muy a gusto. A lo mejor la cosa cambia cuando no pare de llover, pero por ahora es una gozada salir por la mañana andando para ir a la Fundación, que está a tres manzanas del Bahía, el hotel en el que me parece que voy a pasar casi la mitad de mi vida laboral. Está muy bien el hotel, por cierto. Es moderno, se desayuna bien y me están poniendo mil facilidades: sólo dejar aquí el neceser, el cargador del portátil, y algo de ropa, hace que los viajes sean mucho más cómodos.

Lo que no sé aún es si por aquí cerca tengo algún cine en versión original en el que pongan esas pelis con recado que tanto me gustan. Si no lo encuentro no me importa tanto, hoy por la tarde he ido a correr y no me han molestado las rodillas, si la cosa sigue bien será una gozada poder ir corriendo a la playa y volver, eso podría llenarme bastante las tardes que tenga que pasar aquí.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Back to school

Ya estoy aquí. En Santander, en el Hotel Bahía, con una luna llena preciosa y un fresquito y una humedad que me traen muy buenos recuerdos.

He tardado en volver, pero en esta ocasión no ha sido por falta de ganas, ni por falta de temas, ni porque me hayan asaltado dudas sobre la continuidad de esta historia. Ha sido una mera cuestión de tiempo: el lunes por la tarde llegamos de Córcega, y desde entonces -antes tampoco- he tenido un rato tranquilo como el de ahora.

En todo este tiempo han pasado muchas cosas, sin lugar a dudas la más importante de ellas ha sido el nacimiento de Itziar García Sáenz de Miera, mi sobrina y ahijada(léase Iciar, pero escríbase tal como lo he hecho). Este es el milagro:



De ese nacimiento escribiré en otra ocasión esta noche no quiero hacer mucho más que una especie de introducción al año, como aborde todos los temas que tengo en la cabeza acabo con mis queridos lectores. Por ciero, acabo de ver que hoy el blog ha tenido... ¡34 visitas! Debe ser el stress post vacacional, o las pocas ganas de trabajar, que a fin de cuentas es casi lo mismo.

Otra cosa importante que ha pasado es que ayer me incorporé a mi nuevo trabajo en la Fundación Botín. Es mi primer cambio de trabajo que verdaderamente lo es, el resto han sido cambios de posiciones y esto no llega a ser un cambio de deporte pero sí es es un cambio de equipo en toda regla. El principio es bonito: muchísima ilusión, nervios, sentimiento de responsabilidad, ganas de hacerlo bien y de pasármelo bien, una miajita de miedo, tiempo dedicado a tonterías, curiosidad por lo nuevo y ganas de aprender de todo, algo de morriña también... Al final, cuando todos estos sentimientos se mezcalan y alborotan me calmo pensando en lo que siempre he pensado: lo único que tengo que hacer es hacer en cada caso lo que crea que sea mejor. Es así de sencillo, no se puede pedir más porque no es posible dar más.

Los lectores que empezaron conmigo en Palo Alto seguro que se acuerdan del "Engage and see" de Burgelman. Pues bien, este que me toca ahora es el tiempo del "see". Mirar. Mirar con interés, con sensibilidad, con inteligencia, con pensamiento estratégico y político, con prudencia pero con valentía, con creatividad, con mucho respeto, y más aún, con cariño.

También ha pasado el verano. Ha pasado Deba, ha pasado Jaca y ha pasado Córcega.

De deba me quedo, por ahora, con tres cosas: 1) Con el sentimiento que se me queda cuando me voy, que se parece mucho a lo que siento cuando llego, que es irracional pero muy humano y que no es fácil de explicar. 2) Con la ilusión de que los niños, y sobre todo R, empiecen a sentir cosas parecidas: la cuadrilla, los amigos del verano que no dejan de serlo porque en invierno se nos olviden, la pena al irse, el sentirse en casa, la libertad de movieentos... y 3) Con la paz que da ver que la policía hace de policía y quita de las calles las fotos de los malos.

De Jaca me quedo con el monte, con el aire, con los ríos... ¡Por Dios qué cursi! Y este año, con los amigos. Nos daba un poco de miedo que Jaca dejara de ser sólo nuestra para compartirla con otros, pero la experiencia de disfrutar las excursiones con los R, los B y los G ha sido maravillosa.

De Córcega me quedo con el verde y el azul intensos, y con un poco de envidia por esos peazo barcos (con los que no sabría qué hacer, todo sea dicho) He subido las fotos a Picassa, por si alguien sigue sin ganas de trabajar o sin jefe, creo que hay 5 o 6 bonitas. De Jaca no he hecho porque no se me da nada bien hacer fotos de paisajes. Me aburren y nunca me convencen, nunca se parecen a lo que veo o no llegan a trasmitirme lo que siento cuando lo veo.

Hablando de fotos, ayer estaba pensando en de vez en cuando podría escribir alguna entrada a propósito de alguna foto de las que hago con la blackberry. Como esta de una pintada que hice ayer en la Glorieta de Ruiz Giménez, y que da no para una entrada sino para una tesis de sociología o de antropología.

Todo. Ahora. ¿No está mal, no? Sólo falta añadir "gratis".