miércoles, 24 de marzo de 2010

Poca cosa

Cuantas más cosas tengo que contar, más pereza me da ponerme a contarlas. Voy a colgar unas fotos de las que hago por la calle con la Blackerry, a ver si así me animo y acabo diciendo algo interesante. No creo.

Esta de es de El Sardinero. No sé por qué me atraen tanto, para hacer fotos, las líneas rectas horizontales.

Esta segunda es de la exposición de arte iberoamericano de la colección Daros, que está expuesta en la Ciudad Financiera y que es una pasada.

Esta es de un árbol del paseo de Pereda. También me atraen los contrastes, y los detalles. Siempre he pensado que para que algo sea bello sólo tienes que acercarte lo suficiente. Puede que esta regla se pueda aplicar para más cosas además de para la fotografía.
Más líneas rectas, otra vez en El Sardinero, en la segunda playa. El problema surge cuando te gusta fotografiar líneas rectar horizontales - horizontes - y trabajas en una ciudad con mar. No paras.

¿No se parecen todas demasiado? Esta no es de Santander, claro, sino de Cercedilla. De un paseo casi añocheciendo, con los perros, hacia el río y luego por la dehesa. Me gusta pasear solo.
Tenía razón, como casi siempre, y no he dicho nada interesante. Y eso que en esta semana he tenido dos encuentros bonitos, de los que me gustaría contar cosas.
El primero fue el almuerzo con AT, me contó cosas interesantes e increíbles de la vida de un escritor y alguno de los enredos literarios que tanta vida dan a sus vidarios. Hablamos de los diarios, de arte, de sectarismo, de Santander, de la Fundación, de nuestros proyectos... Yo le he mandado dos catálogos razonados de dibujo y él me ha recomendado un libro de Jean Claire que dice que me puede ayudar a encontrar un concepto de arte que me ayude a entender lo que pienso, y a repensarlo. A él nada de lo que se llama arte conceptual le parece arte, entiendo el razonamiento y me atrae pero no consigo comprarlo.
Otro encuentro muy interesante fue con el Alcalde de *. Los alcaldes siempre me ha parecido que representan la forma más pura de pólítica. O a lo mejor no, a lo mejor son los menos políticos porque se dedican "sólo" a gestionar lo público. Este Alcalde me gustó porque admitía no saber qué hacer, pedía ayuda para encontrar una salida a su pueblo, una salida al drama que se vive en muchas zonas rurales de España que no saben ni qué hacer ni cómo hacerlo.
Ha sido también una semana interesante en lo profesional, una semana de idas que no lo son tanto, de vueltas que no son definitivas, de síes y noes que no lo son del todo. A veces incluso pienso que estoy empezando a encontrar lo más difícil, que es el ritmo, el tempo.
Ya está. 00:10. Esto no da más de sí. Gracias, M, por animarme a escribir. Feliz Semana Santa a todos, escribiré desde la terraza de San Sebastián. SS en SS.
Vuelvo a entrar, me he quedado con mal sabor de boca. No tiene sentido, creo, escribir por escribir, porque sí y a toda prisa. Por ejemplo no está bien despachar de esta forma Precious, así nadie se va animar a ir a verla. Si alguien va, o alguien ya la ha visto, que por favor me ayude a descibrar el que a mi juicio es el gran misterio de la película: ¿de dónde salen las fuerzas para cambiar, para luchas contra el destino? ¿Cuál es el motivo, la causa de todo? Me gusta que no esté claro, pero que esté tan oculto me genera cierta inquietud.
Tampoco está bien despachar con dos fotos, y malas, este comienzo de la primavera. Lo estoy disfrutando tanto que ya me estoy yendo al otro extremo y yo que siempre he creído ser hiperpositivo ya estoy preocupado por la vuelta del invierno, cuando llegue. Estoy disfrutando, sobre todo, la luz. Ayer me fui corriendo hasta el faro de Cabo Mayor, y a la vuelta, al pasar por la playa, por primera vez pensé en serio en meterme el en agua. Estoy deseando darme un baño, tomar el sol, pasear por la playa, ir en camiseta, ponerme mis bermudas verdes, y las rojas...

domingo, 7 de marzo de 2010

An Education y En Tierra Hostil

Me está costando ir a ver Precious, hoy lo he intentado de nuevo pero algo le pasada a la web de venta de entradas, y no he querido arriesgarme otra vez a llegar y encontrarme la cola. He ido a ver An Education, que también estaba en la lista. En mi lista de pendientes y en la de los Oscars, creo que opta a uno de los premios gordos.

An Education es una película muy bonita, muy bien hecha, muy bien interpretada, con una música preciosa, que se deja ver muy bien. Me ha dado aún más ganas de ir a París. Me ha gustado también que ninguno de los personajes sea claro, que no se sepa bien el papel que cada quién juega en la historia y cuáles son sus intenciones. Eso me gusta porque complica la trama y porque refleja mejor la vida real, en la que todos somos a la vez un poco buenos y un poco malos, en la que nunca estamos sólo y del todo en uno de los lados.

Me ha gustado, sí, pero o hay algo que no he entendido o en el fondo la película es de una simpleza que no cuadra. Es como si el final negara u olvidara lo que ha pasado durante toda la historia, no sé si me va a resultar fácil explicarme sin destripar el argumento.

Emma Thomson, en una de sus escasas apariciones, descubre lo que parece que va a ser la clave que uno espera que la película luego resuelva o al menos desarrolle. La descubre, curiosamente, con un silencio, con un no saber contestar a la pregunta por el sentido, en este caso por el sentido de ir a Oxford. En una frase que es buen ejemplo de la calidad del guión, la protagonista responde al silencio con algo así como “no querría parecer impertinente, pero va a tener que trabajar un poco más ese argumento. Puede que a alguien más le interese saberlo”. Perfecto, precioso. Pero no está bien que eso se quede ahí, hay que desarrollarlo.

Y eso es lo que de forma sorprendente no acaba de hacer la película. Uno sale del cine con la sensación de haber sido espectador de una simple lucha entre el bien y el mal, entre el camino recto y la tentación del disfrute a corto plazo, como si ir a Oxford fuera la garantía de la felicidad. Eso bastaría si la película no se hubiera metido previamente en el jardín de dejar perfectamente claro, y no sólo en esa escena sino en otras muchas sobre todo a través del genial papel del padre, de lo estúpido y ridículo que puede llegar a ser empeñarse en ir a Oxford.

Por eso digo que se me tiene que haber escapado algo, si alguien va a verla y lo encuentra por favor que me lo diga. No es normal que primero te presenten una meta, luego la tentación de escoger el camino fácil y dejar de luchar por ella, que luego te digan que aquella meta era absurda, y que terminen mostrándote que ese camino fácil no llevaba a ningún sitio y que lo que hay que hacer es luchar por la meta (que, recordemos, era absurda) porque eso es lo que da la felicidad.

Acabo de comprobar que la película opta al Oscar a la Mejor Película y a la Mejor Actriz. Lo segundo podría ser, y además no he visto a ninguna de las otras que compiten por el premio, pero lo de mejor película no lo veo en absoluto.

Creo que fue hace dos domingos cuando fui a ver En Tierra Hostil. No hablé de ella en el blog porque me apetecía más hablar de otras cosas, ya no recuerdo de qué. Quiero decir algo ahora porque me he enterado de que es la gran competidora de Avatar en los Oscars, y como los premios se entregan esta noche no quiero que nadie me acuse de juzgar a toro pasado (Me da a mí que esta justificación muestra una extraña mezcla de vanidad con inseguridad. ¿No?)

Me gustó mucho también. Me gustó mucho porque me la creí, porque de verdad me llevó a tierra hostil. Allí, en tierra hostil, logré meterme en la piel de unos tipos que están siempre a punto de morir no se sabe muy bien por qué, y tuve miedo. Miedo de que me pegaran un tiro, miedo de dejar de vivir y de perderme todo lo que creo (y espero) que me queda por disfrutar.

En ese sentido la película, a mi juicio, es muy buena. Si su objetivo es que nos demos cuenta de que los números de muertos en Irak o Afganistán son mucho más que números, e incluso que nombres, y que cada una de esas personas que mueren es exactamente igual que nosotros, o mejor dicho, que yo, entonces objetivo cumplido. Lo que no recuerdo yo, en cambio, y puede que sea por las dos semanas que han pasado desde que la viera, es que me contara una historia. Y yo creo que para que una película sea no sólo buena sino muy buena, y que por tanto se merezca el Oscar a la Mejor Película, tiene que contar una buena historia.

De las candidatas a mejor película no he visto Precious, ni Avatar, ni The Blind Side ni District Nine. He visto, en cambio, además de En Tierra Hostil y la de hoy, Up, Un tipo serio, Up in the air, y Malditos Bastardos. Por lo que he visto y por lo que he oído de lo que no he visto, apuesto por Precious. A ver.

Escribiendo sobre En Tierra Hostil me he acordado de una letra preciosa de Brassens: “Mourrons pour des idees… d’accord, mais de mort lente”.

lunes, 1 de marzo de 2010

Stansted Express

Me alegro de haberme traído el ordenador, después de darle muchas vueltas, aunque sólo sea para aprovechar este trayecto del “Stansted Express” para escribir en el blog. Porque me apetecía escribir.

Me apetecía mucho decir que R no tenía razón cuando me acusaba el otro día de iluso y exagerado por decir que la primavera ya asomada. Ayer volvió a hacerlo, y esta vez con mucha menos timidez: se quedó dos o tres horas por la mañana, al menos en Cercedilla, y dejó que la disfrutáramos del todo. El sol daba, de nuevo, otra luz, y calentaba no más pero sí de forma distinta. Y hoy, en Santander, la misma historia: el trancazo no me ha impedido ir en bici desde la Fundación hasta el hotel por la playa, y la arena ya tenía otro color, y ya había más gente paseando y atreviéndose a mojarse los pies o simplemente tirándose al sol en los muelles. En Londres no, para qué nos vamos a engañar, en Londres hace un frío que te cagas.

También me apetecía mucho escribir para hablar de R. Este fin de semana la he notado muy distinta, y creo que no he sido el único. Obviamente no ha sido por la coleta, pero el detonante ha sido sin duda alguna la coleta. Sí, estaba mayor, y ella era la primera en darse cuenta.

Dejamos a los niños con A en Almorchones y nos fuimos ella y yo a casa. Y aunque a veces había pasado, nunca de forma tan clara: quería disfrutar de estar conmigo, de mí, pero algo se lo impedía. No era orgullo pero se le parecía mucho, era algo que la impedía estar natural. Hace diez minutos lo hablaba con ella por teléfono y se lo decía, creo que me ha entendido. Creo que es bueno decir las cosas, así que le he dicho que tenemos que encontrar una nueva forma de relacionarnos, una nueva forma de hablarnos, con nuevas cosas que decirnos y sobre todo con un tono nuevo. Porque lo que no estoy dispuesto es a perderla o a dejarla que ella me pierda a mí, con lo bien que nos entendemos y con lo bien que lo pasamos juntos. Ella está de acuerdo, si es que no me lo ha dicho porque no me entendía o para que me callara.

Ya puestos a hablar de cosas serías también le he preguntado, pidiéndole que me conteste en serio, si cree que es una buena idea la de comprarnos una casa en Cercedilla aunque no esté al lado de la de los abuelos. Lo ha pensado unos segundos y luego me ha dicho que sí, que le apetecía. Me ha sorprendido en ella que es la que parece que más disfruta yendo a Cercedilla con todos. Me ha hecho pensar, puede que sea una estupidez pero le he dado mucho valor a su opinión porque además me la ha dado antes de saber que si lo hiciéramos tendríamos que comprar un perro, ya que no parece probable que nos dejaran llevarnos a Q o a C.

La Vanidad (sí, con mayúsculas, una vanidad con minúsculas es una vanidad de pacotilla) es el otro motivo que hoy me ha traído a escribir porque en los últimos días tres personas a las que admiro me han dicho que les gusta cómo cuento las cosas que me pasan.

He venido en Ryanair y el viaje ha sido perfecto. Para empezar, dura mucho menos que el vuelo desde Madrid por razones obvias. Gracias al “Priority boarding” además me he podido sentar en la primera fila, y ayer descubrí un tomo de diarios de Trapiello sin leer que no me ha dejado casi ni oír las ventas de bebidas, comidas, perfumes, billetes de tren y papeletas de “rasca y gana”. Al final me ha parecido ver que las azafatas se repartían las exiguas ganancias (que gusto poder escribir “exiguas”) en vasitos de plástico. Parecía que se repartieran un botín un poco patético.

Al aterrizar nos ha sorprendido a todos un sonido de corneta bastante alto, como el del séptimo de caballería que sale en las películas de vaqueros, que si he entendido bien celebraba que habíamos llegado a tiempo y servía para introducir un mensaje sobre la puntualidad de la compañía. Lo tienen todo pensado.

Ahora estoy, como decía, en el tren, y espero llegar al hotel a tiempo para tomarme una hamburguesa en el restaurante de al lado. Es de las mejores que he tomado nunca, se acerca peligrosamente a las del Alfredo’s de Lagasca. Son las diez menos diez, no sé a qué hora cerrarán pero empiezo a verlo complicado. Crudo, quedaría mucho mejor decir tratándose de hamburguesas.

Van a ser dos días completitos. Mañana empezamos pronto, a las ocho he quedado con el fotógrafo que va a cubrir el desayuno que a las nueve y media tenemos en el Museo Británico con los corresponsales españoles. Luego está la visita de la exposición para la prensa, con palabras incluidas. A mediodía nada (gracias a Dios), por la tarde el pase privado que organiza el Banco y por la noche la cena que hemos organizado para celebrar este momento tan importante para la Fundación. Yo no estaba, obviamente, pero han sido cinco años de trabajo durísimo que en esta ocasión han dado el fruto de que una exposición propia comience su itinerancia internacional en uno de los mejores museos del mundo. No está nada mal, puedo decirlo porque no ha sido “culpa” mía.

El miércoles tenemos el almuerzo de la inauguración, al que va a asistir Su Majestad el Ooni de Ife, Rey de Nigeria. Además de Rey es dios, lo cual complica muchísimo la logística. Después de la comida la visita privada, a la que no estoy invitado por razones relacionadas con la divinidad del Rey, y a las seis de la tarde la inauguración propiamente dicha.

“Estamos llegando a la Estación Liverpool de Londres. Final del trayecto” Tengo los pies congelados, no siento los dedos pero el viaje –gracias a vosotros, sufridos lectores – se me ha pasado volando. A ver si llego a la hamburguesa.