domingo, 22 de marzo de 2009

Cerezos en Flor

Esta "Cerezos en Flor" ha sido la vuelta a una película "Renoir 100%" después de cuatro o cinco de esas que me recomienda ir a ver GB. Y en esta vuelta a los orígenes he pasado por todas las fases posibles: me daba pereza ir a verla, no sé bien por qué; el comienzo me ha dado un poco de pereza porque el planteamiento de la enfermedad terminal está un poco visto; según pasaban los minutos, en cambio, me ha ido convenciendo gracias en buena medida a la fotografía, muchos fotogramas eras fotos que me habría encantado hacer a mí. Y poco a poco se ha ido desenvolviendo una historia mucho más compleja y mucho más rica de lo que en principio parecía.


Una historia sobre la muerte, y por tanto sobre la vida. Y sobre la felicidad, y sobre el drama de pretender que esa felicidad se base en lo que está llamado a morir. Y por medio el amor, la soledad, la familia, los hijos. Todo muy bonito, y todo muy bien juntado.

Todo además con una sencillez que me ha sorprendido. La imagen de él solo en la cama, con el otro lado vacío, me ha parecido de una verdad y de una crudeza difícil de igualar, no es fácil decir tanto sin palabras. Era el perfecto final de la peli.

El problema es ese "era". Porque no era el final de la peli, sino la mitad y el comienzo de la segunda parte. Y volver a empezar después de tanto no es fácil, al menos para mí. Cuando A y yo nos hemos mirado y nos hemos preguntado que cuánto faltaría, resulta que sólo llevábamos hora y media de película. Pero parecían dos y media, y sobre todo parecía que podía no acabarse jamás. Si hubiéramos estado cerca del pasillo habría salido a ver cuánto quedaba.

No sé que ha sido, porque la peli mala no es, tampoco en esa segunda parte. El problema puede estar en la diferencia de ritmos, de temas, incluso de personajes y de ambiente. Ya no estábamos para bailes japoneses y reencuentros con aspectos de la personalidad perdidos en la infancia...

Y lo peor no es lo larga que se hace, sino que todo es para intentar colar una mentira como un piano de la forma más burda. La primera parte termina con el drama, o mejor dicho la tragedia, del sinsentido. Si el sentido es el otro, y el otro desaparece, lo que queda es sinsentido. Ese "¿Dónde estás, Trudi? ¿Dónde estás?" es brutal, muestra lo absurdo de la vida si se acaba en la muerte.

Pero no, como eso no es fácil, el director se tiene que inventar una especie de regresión oriental en Japón en la que el pobre hombre, cayendo a menudo en el ridículo, intenta reencontrar a su mujer muerta poniéndose sus ropas y paseándolas por Tokio... Todo muy emotivo, se supone, pero una bobada. Y la gran mentira es que se supone que la encuentra, vestido con su kimono y a la sombra del Monte Fuji ella va y aparece. Pues no, es mentira, en la realidad ella no aparece. No debería ser tan fácil resucitar a un muerto en el cine, debería tener un impuesto especial para que los Directores no lo usaran para engañar impunemente al respetable.
Así que la primera peli muy buena, la segunda un poco coñazo y muy mentira. Las dos juntas, demasiado para un domingo por la noche.

El título era, eso sí, muy primaverla. Como Cercedilla este fin de semana. Tal como pasó con el otoño, la llegada de la primavera real ha coincidido con la oficial. Qué gusto, qué ganas teníamos todos.













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