domingo, 5 de octubre de 2008

Tiro en la Cabeza

Qué tontería más grande. A, espero que en broma, se preguntaba si no habría algo que no habíamos entendido.

Al principio tiene su gracia, eso de que no haya diálogos, eso de seguir con una cámara a un señor mientras compra el periódico, va a al parque, se toma un café, coge el tren, charla con amigos, va a una fiesta... Sin escuchar ni una sola palabra de lo que se dice. Tiene su gracia porque te obliga a hacerte tu propia película, a imaginarte quién será cada uno, de qué hablarán, que les unirá, quién será el malo.

Pero la cosa deja de tener gracia enseguida, como es lógico. En algún momento he llegado a pensar si no sería una especie de experimento social para ver quiénes son los primeros en salirse. Aunque intentes seguir el juego, meterte, continuar imaginando quién será cada uno y de qué hablarán, el hecho de que no pase nada, absolutamente nada, no ayuda, y es inevitable ponerte a pensar en el tiempo, en la crisis, en los recados pendientes...

Es horrible admitirlo, pero la única razón para no salirse es esperar a ver el tiro en la cabeza, esperando que de alguna forma eso dé sentido al tiempo perdido. Si no fuera por el título, a los 20 minutos no quedaba nadie en la sala. Hemos salido todos rápido, sin mirarnos a la cara, para evitar que nadie nos reconociera como uno de los 60 bobos que han aguantado la hora y cuarto. Eso es lo único bueno, que es corta.

Pero la peor tontería no es la del silencio, sino la del fondo que ese silencio parece revelar. Porque el único sentido que podría tener esta bobada es la pretensión de enseñar "los hechos" tal y como son, crudos, sin juicios. Que sólo se vea lo que pasa para que cada uno saque sus propias conclusiones... Una soberana estupidez. Porque los hechos también son los motivos, los miedos, las mentiras, las invenciones, los traumas. También son hechos, y mucho más importantes que si el asesino bebe vino o cerveza, lee el periódico o le pone los cuernos a su mujer.

La película, queriendo ser objetiva, acaba por no contar nada en absoluto. Un tipo vive, y un día se junta con otro y matan a otros dos. ¿Y qué? Sólo se sabe que son los muertos son policías por la única palabra que se oye en la película es “Txakurra”, perro. Por eso no acabo de entender que haya gente que se haya dedicado a hacer juicios políticos. Ayer mismo, en la boda de P, C me decía que le habían comentado que a la película se le había echado en cara el trato excesivamente amable del terrorismo. Ni eso podría decir, siendo sincero en realidad no se puede decir nada.

Pero da igual, hoy ha sido un buen domingo.

Por la mañana he ido a pegar unas bolas (ya hablo casi como un profesional) con D, y por la tarde corriendo 15 km para comprobar mi estado de forma he visto con toda claridad el que puede ser el eje sobre el que gire mi tesis: el amor es el elemento central del liderazgo, saber amar y ser capaz de hacerlo (tanto a uno mismo como a los demás) es lo que hace que un líder lo sea. Lo demás son florituras, imprescindibles pero muy secundarias. Por eso el más líder es, al final, el que más ama.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo a las pobres bolas no las pego sino que las doy, a veces mejor y a veces peor...
Pues mira que había estado pensando yo en esos mágníficos casos que os enseñan en las Escuelas de negocios "cool" mientras leía las cartas de Madre Teresa, y pensaba que sería un "Caso" para estudiar...¿no es el ejemplo clarísimo de tus argumentos?, y encima amando sin sentirse amada, que tía.
Yo iría a ver "Mamma mía" en vez de esas cosas tan truculentas y complicadas que hacen pensar en exceso y no parece que alimenten mucho el alma.