miércoles, 22 de octubre de 2008

Sentimentalismo

Lo recuerdo bien, aunque creo que no acababa de entenderlo: en Iuve, hace cosa de 15 años y también menos, una de nuestras principales luchas era la que librábamos contra el racionalismo y el cientifismo. El “Momento Histórico” de nuestro ideario empieza por describir la modernidad, y ya en el segundo punto se cita la mentalidad científico cécnica, justo después de la secularización y antes de la inmanencia y del espíritu capitalista-burgués.

Teníamos bastante claro que la nuestra era una sociedad moderna y postmoderna al mismo tiempo, y por eso también la postmodernidad se describía en aquél Momento Histórico. Dentro de ella, y de nuevo en el segundo punto, ya se adelantaba “el fin del logocentrismo y el pensamiento débil” y sólo como breve apartado dentro de él, la “Hipervaloración del Sentimiento” en seis míseras líneas. No es mucho, pero sí una muestra de que nuestras intuiciones de por dónde iban los tiros no estaban desencaminadas.

Comentaba ahora mismo con A que si hoy reescribiéramos el ideario, y a lo mejor deberíamos hacerlo, el sentimentalismo tendría que tener entidad de capítulo. Hoy casi mataríamos por aquél racionalismo y aquél cientifismo que tan poco nos gustaba; porque el racionalismo se puede combatir con la razón y el cientifismo con la ciencia, pero contra el sentimentalismo es mucho más difícil luchar sin caer, claro está, en el propio sentimentalismo.

El viernes pasado el telediario de Cuatro trataba la noticia del “bebé medicamento” (Sólo el nombre es demencial porque es la exaltación del reduccionismo y de la visión utilitarista de la persona, pero no es ese el tema que quería traer aquí) La noticia empezaba con una imagen del comunicado de los obispos, que un locutor iba leyendo. El comunicado, como es ya bien sabido, denuncia la destrucción de embriones para “producir” el niño y hace referencia a otros documentos de la Iglesia en los que se trata el tema de la dignidad de la persona humana desde que es concebida.

( http://www.conferenciaepiscopal.es/actividades/2008/octubre_17.html)

En una sociedad racionalista o cientifista a continuación se habrían expuesto, aunque seguramente con conceptos equivocados y confundiendo categorías, argumentos en contra de las afirmaciones de los obispos. Pero no, qué va, hoy ya no. No hay argumentos, no hay discusión, no hay refutación, no hay nada. Lo que dicen los obispos ni siquiera llegan a comentarse, sino que con la frase “pero eso a la madre no parece importarle mucho”, rápidamente a la imagen del comunicado le sucede la de Iñaqui Gabilondo y la feliz madre con el niño en brazos, en la habitación del hospital, diciendo que es un bebé monísimo, muy esperado, y que ha traído la alegría a la familia.

Qué difícil, ¿Verdad? ¿Qué se puede decir o hacer contra eso, que sirva para algo? Luchar con las mismas armas sería poner las imágenes de los embriones destruidos, pero lógicamente por ahí los obispos no van a entrar. Por eso la batalla en una sociedad sentimentalista es lenta, difícil y a veces un poco desesperante. Menos mal que sabemos que al final ganamos. Es un sentimentalismo que además desemboca en un individualismo feroz que ya ni nos sorprende: el año pasado "La república independiente de tu casa" de Ikea acababa en la puerta de la calle, pero este año la frontera de "la república independiente de la república independiente de tu casa" es la puerta de la habitación. De otra forma, sin querer, estaríamos fortaliciendo la familia, y eso sí que no.

Por cierto, el último párrafo del comunicado de los obispos es “Con estas aclaraciones no se juzga la conciencia ni las intenciones de nadie. Se trata de recordar los principios éticos objetivos que tutelan la dignidad de todo ser humano.” Al día siguiente, El País titulaba en su primera página: “El pecado de nacer para salvar a un hermano” Sin comentarios.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Un comentario un tanto sentimentalista: lo has "bordao" y el texto final de la Conferencia Episcopal versus la trampa de El País, la leche.