domingo, 21 de febrero de 2010

The Road

Quería ir a ver Precious, a las cuatro porque esta tarde me voy a Santander. Eran ya menos veinte, y al ver que las entradas no eran numeradas he pensado que no merecía la pena sacarla por internet. Craso error, al llegar a las cuatro en punto había una cola considerable y no me ha dado tiempo a entrar. Así que me he metido a ver “The Road”, la película sobre la novela de Cormac McCarthy que llevaba tiempo evitando.

La evitaba porque estaba esperando “tiempos mejores”, tiempos en los que no me importara o incluso me apeteciera ver la película más deprimente que uno pueda imaginarse. La más desesperada, la más negra. Ese era el recuerdo que guardaba del libro, del que creo que hablé aquí hace meses.

Y sí, la película es durísima, seguramente mucho más de lo recomendable para pasar una buena tarde de domingo, pero no es desesperada. Seguramente tampoco el libro lo era. Lo que hace la película es despojar a la existencia, a la realidad, de todo lo superfluo. De todo. Y cuando quitas todo sólo quedan dos cosas: la vida y la muerte, desnudas, sin más. Eso es lo que pensaba esta tarde en el cine, ahora me doy cuenta de que son tres cosas: la vida, la otra vida (si es que existe) y en medio la muerte. Eso es todo. Lo demás no importa.

La película te pone frente a eso, frente a la vida sin más. Quitándole los placeres, el éxito, el fracaso incluso, el trabajo, los juegos, la política, la tele… todo. Y en medio de esa nada presenta la lucha denodada por vivir, por sobrevivir aunque no haya esperanzas de llegar a recuperar nada que no sea eso, la vida. Es la lucha por la vida sin más, no por las cosas de la vida. Por eso en el fondo –pero creedme, sólo muy en el fondo- es un canto a la vida, es todo menos desesperanza.

Pero una cosa no es verdad, me doy cuenta ahora. En la vida de “The Road” sí queda algo. En medio de esa nada queda el amor, y es de ese amor de donde surgen las fuerzas para luchar, para vivir. La pregunta es obligada, entonces: ¿Y sin amor? ¿Sin amor tiene sentido vivir? No voy a tratar de contestarla, entre otras cosas porque tiene pinta de ser una pregunta trampa, que necesita de otra previa: ¿Puede existir la vida sin amor? Así, a bote pronto, yo contestaría que no, pero prefiero no meterme en este jardín ahora. Se aceptan sugerencias.

En estas cosas me he quedado pensando cuando ha dejado de oírse la música y sólo quedaban los títulos de crédito. Y al salir, yendo hacia el coche, le daba vueltas a lo extraño de este teatro que hemos montado en el mundo, lleno de gente que se dedica –yo el primero- a cosas completamente absurdas como hacer cine, pilotar motos, leer novelas, dibujar banderas, escribir diarios, jugar al golf o ganar dinero. No, que nadie se moleste siquiera en enviar un anónimo indignado. Salvo lo de las banderas y puede que lo del dinero, lo demás no tiene nada de absurdo. Y por cierto, hablando de banderas no puedo sino traer otro chiste genial de El Roto aunque no venga al caso. Así además sirve para cambiar de tercio.


"Los hombres se ocupan mucho de las banderas, pero de los calzoncillos nos tenemos que ocupar nosotras". ¿Es genial o no?

Y lo dicho, cambiemos de tercio que esta no es forma de empezar la semana. El paseo a caballo de ayer fue especialmente bonito. Atajando por las dehesas fui hasta Navalmedio, y allí en vez de seguir hacia el Puerto, para evitar la nieve rodeé el pantano por arriba hasta llegar al collado desde el que ya se ve Camorritos. No sé cómo se llamas, pero es uno de los lugares de la sierra que más me gusta.

Desde el principio del paseo me dio la sensación de que algo pasaba, de que había una luz distinta de la de estos meses pasados, una luz que producía un verde mucho más luminoso, como si fuera el primer intento de la primavera por abrirse camino.

Era un intento absurdo, claro, porque en cuanto se escondía el sol hacía un frío que pelaba, pero un intento que dejó bien claro que ya está aquí, esperando, que ya no hay marcha atrás y que al primer descuido se nos cuela para quedarse.


domingo, 14 de febrero de 2010

Providence

Domingo, 19:15. Acabamos de llegar de Cerce, pasando por Misa de 6. Es una Misa de niños que nos viene muy bien por la hora, en la que el sacerdote habla con los niños como si fueran imbéciles, además sin darse cuenta de que acompañando a esos 50 niños estamos alrededor de 700 adultos un poquito hartos de escuchar 10 minutos de peticiones: "por los pobres" "por los padres" "por las madres" "por los hijos de Alicia" "por Dios"... Después de cuatro de esas peticiones, el resto dejan de ser verdaderas peticiones para convertirse en cualquier otra cosa.

Ha sido un fin de semana muy bonito. justo antes de venirnos, jugando al fútbol con R y A, me he dado cuenta de que hasta ese momento no había estado del todo a gusto y relajado. Después de la semana que había tenido, el sábado se me fué en una especie de descompresión que no ha terminado hasta después del paseo a caballo, con Duque. He ido al Pico de la Golondrina, a donde siempre voy cuando hace frío, no sabría decir por qué.

Decía que la semana ha sido dura. No sé si dura, porque no estoy como para quejarme, pero sí movida. El domingo fui a Providence a intentar cerrar la colaboración de la Universidad de Brown en la creación de la Red de Servidores Públicos de Iberoamérica. El lunes de vuelta a Madrid, por Londres (Heathrow es definitivamente el aeropuerto más incómodo que conozco); reuniones en Madrid, y por la tarde a Santander. Miércoles en Santander, y vuelta por la noche a Madrid para no arriesgar una reunión importante del jueves por la mañana. Y de nuevo a Santander el jueves, para volver el viernes. Cuando tengo semanas de estas pienso mucho si es verdaderamente necesario tanto movimiento. No sé si siempre, pero en esta ocasión creo que sí.

El día de Providence mereció la pena. Brown (http://www.brown.edu/ ) es muy especial. Tiene la ratio de solicitudes por plaza más alta de Estados Unidos . El mismo lunes se publicaba en el periódico la cifra, 30.000 solictudes para 930 plazas. Lo más característico de Brown es que esos 930 que entren no lo harán a ninguna carrera concreta, sino que durante dos años escogerán las asignaturas que quieran de cualquier área, y sólo en el tercer año elegirán una "concentration" que les seguirá permitiendo mucha libertad de elección. Eso sólo puede funcionar, claro, con alumnos buenos. Con alumnos buenos y con un sistema de mentoring de primera, formal e informal. Dicen que el que mejor funciona es el informal, el que surge de las relaciones espontáneas entre alumnos y profesores. Sí parece, al menos desde fuera, que logran un tipo de comunidad universitaria muy especial.

Disfruté especialmente de la reunión en el Watson Institute (http://www.watsoninstitute.org/) Me encantó conocer a Michael Kennedy, su nuevo Director. Ha trabajado en temas de movimientos sociales, y conocía a todos los de la Red Erasmus con los que tuve contacto cuando estuve en Kent y luego en Rovaniemi. Nos escuchábamos el unos al otro y nos sonreíamos según nos dábamos cuenta cómo el otro decía cosas que a uno le sonaban muy familiares, como si ya las hubiera pensado. Creo que nos pasó a los dos. Le encantó, por ejemplo, el concepto de "formacción", y estuvimos un buen rato discutiendo sobre cómo la acción genera la identidad colectiva que es necesaria para que una red, la que sea, funcione. El Watson Institute es uno de esos sitios a los que me encantaría escaparme un año a estudiar, a discutir, a leer y a escribir.

Me hizo mucha ilusión que Michael me dijera, después de que yo le presentara el Programa, los contenidos, la metodología, y sobre todo las intuiciones de las que había nacido, que se alegraba de que no hubiera aparecido por allí un año antes, porque me habría quedado con su puesto. No me hizo ilusión por el halago -que también, para qué nos vamos a engañar - sino sobre todo porque reconforta que alguien en la élite mundial de las ciencias sociales y las relaciones internacionales te confirme que algo en lo que estás poniendo mucha ilusión no es una estupidez.

De todo lo que dijo, lo que más me impactó es la idea de que falta "transferencia tecnológica" en ciencias sociales. Es algo que conocemos de las ciencias experimentales, pero que yo no había oído hablar fuera de ese ámbito. Su idea es que faltan canales que permitan aprovechar la investigación en ciencias sociales en el mundo de la política, de la educación, de la acción social, de la gestión de las organizaciones. Otra forma de "knowing-doing gap". Se le ocurrió los alumnos participantes de nuestro programa podían ser al mismo tiempo protagonistas y objeto de un trabajo de investigación social y política a largo plazo que ayude a descubrir qué es lo que verdaderamente sirve para formar buenos servidores públicos.

En general, la reunión nos sirvió a todos para reconfirmanos en la idea de centrarnos en lo público y renunciar -por una vez- al mundo de la empresa y al tercer sector. No se puede abarcar todo, ya hay mucha gente dedicada a esos ámbitos e Iberoamérica lo que necesita, o lo que más necesita, es Estado. Estado que funcione y que permita que los otros dos sectores generen desarrollo.

De la visita a Brown me gustó todo menos el poco tiempo que tuve. Me encantó The Hope Club (http://www.hopeclub.com/), un club privado precioso en el que me alojé gracias a la invitación de la Universidad. Daban ganas de quedarse todo el día fumando en pipa, bebiendo té y leyendo el Financial Times.

Tampoco está nada mal el único entretenimiento que parece que hay de camino a Providence desde Boston, el Wrentham Village(http://www.premiumoutlets.com/outlets/outlet.asp?id=10). Es un Centro Comercial de outlets que es al mismo tiempo el paraíso y la perdición de quienes disfrutamos de los precios bajos. En una hora, a la ida, me compré un jersey de Tommy por 12 dólares, unos guantes para correr de Reebook por 6 y un cortavientos para jugar al golf de Nike por 20. A la vuelta también paré media hora, y cayeron tres corbatas de Brooks Brothers de a 20 dólares la pieza.

Lo que cunde un día.