domingo, 7 de marzo de 2010

An Education y En Tierra Hostil

Me está costando ir a ver Precious, hoy lo he intentado de nuevo pero algo le pasada a la web de venta de entradas, y no he querido arriesgarme otra vez a llegar y encontrarme la cola. He ido a ver An Education, que también estaba en la lista. En mi lista de pendientes y en la de los Oscars, creo que opta a uno de los premios gordos.

An Education es una película muy bonita, muy bien hecha, muy bien interpretada, con una música preciosa, que se deja ver muy bien. Me ha dado aún más ganas de ir a París. Me ha gustado también que ninguno de los personajes sea claro, que no se sepa bien el papel que cada quién juega en la historia y cuáles son sus intenciones. Eso me gusta porque complica la trama y porque refleja mejor la vida real, en la que todos somos a la vez un poco buenos y un poco malos, en la que nunca estamos sólo y del todo en uno de los lados.

Me ha gustado, sí, pero o hay algo que no he entendido o en el fondo la película es de una simpleza que no cuadra. Es como si el final negara u olvidara lo que ha pasado durante toda la historia, no sé si me va a resultar fácil explicarme sin destripar el argumento.

Emma Thomson, en una de sus escasas apariciones, descubre lo que parece que va a ser la clave que uno espera que la película luego resuelva o al menos desarrolle. La descubre, curiosamente, con un silencio, con un no saber contestar a la pregunta por el sentido, en este caso por el sentido de ir a Oxford. En una frase que es buen ejemplo de la calidad del guión, la protagonista responde al silencio con algo así como “no querría parecer impertinente, pero va a tener que trabajar un poco más ese argumento. Puede que a alguien más le interese saberlo”. Perfecto, precioso. Pero no está bien que eso se quede ahí, hay que desarrollarlo.

Y eso es lo que de forma sorprendente no acaba de hacer la película. Uno sale del cine con la sensación de haber sido espectador de una simple lucha entre el bien y el mal, entre el camino recto y la tentación del disfrute a corto plazo, como si ir a Oxford fuera la garantía de la felicidad. Eso bastaría si la película no se hubiera metido previamente en el jardín de dejar perfectamente claro, y no sólo en esa escena sino en otras muchas sobre todo a través del genial papel del padre, de lo estúpido y ridículo que puede llegar a ser empeñarse en ir a Oxford.

Por eso digo que se me tiene que haber escapado algo, si alguien va a verla y lo encuentra por favor que me lo diga. No es normal que primero te presenten una meta, luego la tentación de escoger el camino fácil y dejar de luchar por ella, que luego te digan que aquella meta era absurda, y que terminen mostrándote que ese camino fácil no llevaba a ningún sitio y que lo que hay que hacer es luchar por la meta (que, recordemos, era absurda) porque eso es lo que da la felicidad.

Acabo de comprobar que la película opta al Oscar a la Mejor Película y a la Mejor Actriz. Lo segundo podría ser, y además no he visto a ninguna de las otras que compiten por el premio, pero lo de mejor película no lo veo en absoluto.

Creo que fue hace dos domingos cuando fui a ver En Tierra Hostil. No hablé de ella en el blog porque me apetecía más hablar de otras cosas, ya no recuerdo de qué. Quiero decir algo ahora porque me he enterado de que es la gran competidora de Avatar en los Oscars, y como los premios se entregan esta noche no quiero que nadie me acuse de juzgar a toro pasado (Me da a mí que esta justificación muestra una extraña mezcla de vanidad con inseguridad. ¿No?)

Me gustó mucho también. Me gustó mucho porque me la creí, porque de verdad me llevó a tierra hostil. Allí, en tierra hostil, logré meterme en la piel de unos tipos que están siempre a punto de morir no se sabe muy bien por qué, y tuve miedo. Miedo de que me pegaran un tiro, miedo de dejar de vivir y de perderme todo lo que creo (y espero) que me queda por disfrutar.

En ese sentido la película, a mi juicio, es muy buena. Si su objetivo es que nos demos cuenta de que los números de muertos en Irak o Afganistán son mucho más que números, e incluso que nombres, y que cada una de esas personas que mueren es exactamente igual que nosotros, o mejor dicho, que yo, entonces objetivo cumplido. Lo que no recuerdo yo, en cambio, y puede que sea por las dos semanas que han pasado desde que la viera, es que me contara una historia. Y yo creo que para que una película sea no sólo buena sino muy buena, y que por tanto se merezca el Oscar a la Mejor Película, tiene que contar una buena historia.

De las candidatas a mejor película no he visto Precious, ni Avatar, ni The Blind Side ni District Nine. He visto, en cambio, además de En Tierra Hostil y la de hoy, Up, Un tipo serio, Up in the air, y Malditos Bastardos. Por lo que he visto y por lo que he oído de lo que no he visto, apuesto por Precious. A ver.

Escribiendo sobre En Tierra Hostil me he acordado de una letra preciosa de Brassens: “Mourrons pour des idees… d’accord, mais de mort lente”.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Puf un poco denso si no se han visto las pelis. La frase del final, no sé yo casi prefiero vivir que morir por unas ideas ¿por unas ideas? , tampoco...espesura la mía también.

Anónimo dijo...

Yo no he visto Precious y no puedo decir nada. Pero he visto Avatar, En tierra hostil, Up y Up in the air. Si pudiera haber votado lo habría hecho por En tierra hostil. Avatar me gustó pero es puro ordenador, y el guión poco original. Creo que Up in the air tenía que haber tenido más opciones a ganar. La película es muy buena y los actores (todos, incluidos los secundarios que aparecen pocos minutos como pobres desgraciados despedidos de sus trabajos) son magníficos.

Anónimo dijo...

La respuesta está en cada uno de nosotros. En porqué escogemos el esfuerzo frente al camino fácil y así se lo aconsejamos/imponemos a nuestros hijos.
Ya cuesta con argumentos propios o adoptados de las mas altas instituciones, así que sería un poco pretencioso querer que Emma Thomson, con todo el respeto para su figura, nos diera la respuesta de la vida misma.