domingo, 22 de noviembre de 2009

Madrid-Bilbao-Santander

Hoy no podré ir al cine. He llegado hace un rato de Cercedilla, esta tarde me toca trabajar un poco y además por la noche me voy a Santander. Es lo que se llama un domingo bien aprovechado: esta mañana nos hemos ido a Cerce y me he podido dar una vuelta preciosa a caballo hasta la pradera de las cortes, cogiendo el camino que sale pegado al río después de cruzarlo, y disfrutando de un otoño que aunque habría podido ser más bonito si hubiera llovido algo más, en el pinar siempre es muy especial.

Albaicín estaba nervioso. Nos ha costado más de media hora cogerle, cuando por fin he R y yo hemos conseguido meterle en los corrales de la cuadra y atarle estaba ya sudando de las galopadas que se ha dado prao arriba y abajo. Al salir seguía sin tenerlas todas consigo, pegando brincos por cualquier cosa que pasara a nuestro lado. Un portazo de un coche, el ladrido de un perro, un pájaro, una bolsa, cualquier cosa le sobresaltaba. Ya por arriba, más cansado, ha ido más tranquilo. Cada vez lo disfruto más, nos vamos haciendo el uno al otro y eso nos da confianza a los dos.

Una de las cosas bonitas de ir a caballo es la compañía de los perros. No sé muy bien cómo, pero cuando salgo de casa con intención de ir a montar se dan cuenta en seguida, basta con que me despida de los niños y les pregunte si me quieren acompañar para que desde fuera me oigan y se pongan nerviosas (Sí, sé que he escrito "perros" y ahora "nerviosas", pero es que lo de "perras" me suena muy raro) La cuestión es que se ponen histéricas cuando se dan cuenta de que sí, de que efectivamente me voy a montar. Me imagino que los cuatro haremos una estampa bonita por el pinar, al menos es la sensación que da al ver las caras de los niños que nos cruzamos. Hoy me he dado cuanta, por cierto, de que soy un poco vanidoso y que cuando me cruzo con alguien hago un esfuerzo para que Albaicín arquee el cuello y se ponga guapo, redondo.

Esta ha sido una semana cansada pero

Ha habido que cortar, estaba donde no debía. Reanudo la redacción desde la T4, esperando a embarcar hacia Bilbao. Acaban de llamar. Voy a Bilbao no porque tenga nada que hacer allí, sino porque no he llegado al vuelo de Santander y esta opción es la que que quedaba para estar seguro de estar mañana prontito en Santander. Desde Bilbao aún me quedará una horita de coche para llegar a casa. "Casa" es, en este caso, el Hotel Bahía.

Sigo por cierto dándole vueltas a la posibilidad de cambiar el hotel por un piso en Santander, de hecho he encontrado uno muy apetecible muy cerca del hotel. Yo creo que es mejor desde cualquier punto de vista, pero no me acabo de animar a dar el paso porque estoy cómodo como estoy, porque nada me urge a cambiar y porque pensar en hacerlo me da un poco de pereza. Pereza y poco de miedo (Seguro que absurdo) a complicarme demasiado la vida.

Estaba diciendo antes que la semana había sido cansada, pero fructífera. Ahora lo puedo decir con más conocimiento de causa que hace un par de horas, cuando he empezado a escribir. Se acaba la cola del embarque, habrá que cerrar y seguir luego, en el coche de camino a Santander. Ya estoy: en el coche, con M, camino de Santander. Lloviendo. Esto del modem USB es casi mágico.

Aunque no sea ni de lejos la primera vez, nunca deja de sorprende la infinita estupidez del mensaje en euskera al llegar al aeropuerto de Bilbao. Sé que a las cosas no sólo les confiere valor la utilidad, pero este mensaje no es estúpido -mejor dicho, no sólo- porque no sirva para nada. Lo es porque en realidad no es nada. No me voy a meter aquí en el fregao de explicar lo que quiero decir, no son horas ni es el lugar adecuado, aunque sería un buen calentamiento para la clase de Nacionalismos que tengo que dar el viernes. A me dijo que se vendría a escucharla, e incluso que intentaría traerse a su madre, pero me imagino que al final se rajará. Me encantaría que se animara, sería tener dentro una especie de topo que añadiría tensión a la clase.

Empieza a llover más fuerte. Creo que aún no he experimentado el invierno de Santander, hasta ahora lo que estoy viviendo es un otoño casi veraniego que me tiene mal acostumbrado.

Esta semana se presenta muy distinta que la pasada. La anterior fue de mucho curro, esta está salpicada de tres saraos que también son curro, pero de ese que se parece mucho a perder el tiempo. Es un tipo de actividad que además me cansa mucho más que le verdadero trabajo que se sabe porqué se está haciendo y que se hace porque se está convencido de que es necesario.

Me iba ya, entre otras cosas para no marearme,pero de repente me he acordado de lo más importante que ha pasado este fin de semana. ¡Me he estrenado como "padre-que-va-el-sábado-a-ver-el-partido de futbol-de-los-niños"!

Nunca pensé que me fuera a emocionar tanto en un partido de fútbol, tengo que admitir que estaba fuera de mí. El equipo de A perdió 1-0, pero el de R ganó 3-1 !!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

precioso y muy literario tu paseo a caballo (que envidia), me ha hecho sonreir tu manejo del género de los perros y reconocerte vanidoso en la postura de la cabeza del caballo. Muy objetivo tu comentario sobre el saludo del aeropuerto, se intuye que tendrás reflexiones muy certeras y sensatas sobre el nacionalismo, me encantaría escuchar tu conferencia

Anónimo dijo...

Teniendo tanto trabajo y se adivina de gran responsabilidad ¿no podría ser algo peligroso la monta, sobre todo en un animal inquieto? Por lo demás de acuerdo en la belleza de conjunción "naturaleza, hombre y animales"

Anónimo dijo...

Estás jugando con fuego al poner imágenes de esos pequeños imberbes sin el consentimiento de sus progenitores, quizás nuestro querido e ínclito amigo D.A. te pueda aportar más luz al asunto...

Borra la foto por favor...

Anónimo dijo...

Isso realmente resolveu meu problema, obrigado!