miércoles, 16 de septiembre de 2009

No es lo mismo

No es lo mismo correr que correr, pensaba mientras corría hace un par de horas por la playa de El Sardinero. Salí ayer y he salido hoy, los dos días me ha caído una buena chupa de agua pero los dos días lo he disfrutado mucho, hoy incluso más que ayer. Correr hoy era casi una necesidad, además el agua de la lluvia en vez de molestar me ha ayudado, al llegar al hotel me sentía como si además de correr me hubiera dado un baño.

El recorrido es precioso. Salgo del Bahía por los Jardines de Pereda, y en cuanto puedo me cruzo al muelle. No creo que haya mucho más de un kilómetro hasta Puerto Chico, y la vista de la Bahía –siempre hay barcos entrando y saliendo- hace que parezca mucho menos. Después de Puerto Chico empieza la cuesta arriba, único tramo en el que se pierde de vista el mar. Pero por poco tiempo, enseguida aparece una playa de la que ahora no recuerdo el nombre y luego, después de la Magdalena, el Sardinero con el Cabo Mayor al fondo. Aunque era tarde y no hacía calor, la tentación de entrar en la playa para darme un baño ha sido considerable.

He llegado hasta el Hotel Chiqui y he vuelto por el mismo camino, serán unos nueve kilómetros. La lluvia me ha caído en la cuesta arriba y al final, y como decía he llegado al hotel como recién salidito del agua. Algún día tengo que hacerlo, tirarme al agua desde el muelle. La semana pasada un niño que venía de frente andando, normal, como si tal cosa en 10 segundos se había quitado las zapatillas y la camiseta y estaba volando hacia el agua. Qué pena ser adulto, no poder hacer esas cosas. Estuve a punto de ir al por el traje de baño y volver, pero luego me acochiné pensando en la imagen que se podía llevar de mí si alguien conocido me veía a las siete de la tarde saltando al agua en medio del paseo.

Tengo que seguir, a ver si las rodillas me respetan. No sólo porque me quedo como nuevo, sino por lo útil que es para pensar. Hoy por primera vez se han ido uniendo cosas que llevaban dándome vueltas por la cabeza varias semanas, y que por fin parece que empiezan a tomar cierto sentido. No he querido arriesgarme a que se me olvidaran y me he puesto a escribir antes incluso de ducharme, seguro que lo leo ahora y me parecen tonterías.

Hoy ha empezado el famoso congreso, me recordaba un poco a la época de Iuve. Los nervios del comienzo, los stands, las acreditaciones, las sillas del auditorio, las columnas que tapan… Y eso que yo he llegado sólo a disfrutar, porque estaba todo montado. Qué tiempos aquellos en los que la noche antes nos la pasábamos haciendo muretes con cemento para que no pasara el agua o clavando moqueta. Y poniendo stands con Ginés y su hermano Antonio, creo que se llamaba. Éramos los amos de la carraca. Lo importante era poner bien el primer panel, luego ya “iba mandao”.

He quedado a cenar la semana que viene con AT y con su mujer, me hace mucha ilusión y creo que me pueden ayudar mucho a aclarar algunas de esas ideas que he apuntado hace un rato. Llevábamos unos días intentando encontrar un hueco para vernos y charlar, y resulta que la semana que viene tenían prevista una escapada de fin de verano a Santander. Bueno, nos veremos con el permiso de los más de 2.000 oftalmólogos que tienen copados los hoteles de Santander de martes a viernes. ¡2.000 oftalmólogos! Suena apasionante ¿Habrá muchas oftalmólogas?

Por continuar (aunque de forma desordenada) con la crítica gastronómica que empecé la semana pasada, diré que ya tengo claro cuál es la mejor opción para comer bien (perdón, muy bien) en Santander sin gastarse cantidades indecentes: Cañadío, un restaurante que está en la Plaza del mismo nombre, a dos minutos de la Fundación. El gazpacho, la menestra, las albóndigas de merluza en tempura, la ensalada de bacalao… Todo delicioso. Los chipirones de hoy un poco salados, pero por lo demás excelente. Aunque lo mejor que he comido desde que estoy aquí es, sin duda, el plato de kokotxas de La Bombi. De esas que se deshacen en la boca, de las que podrías comerte decenas sin enterarte. Sencillamente magníficas.

No hago más que repetirlo a todo el que me pregunta que cómo se lleva eso de pasar más de media semana en Santander: puestos a tener que pasar tres días a la semana en algún sitio, no se me ocurre otro mejor que Santander. No tengo nada contra Lugo, León, Tarragona, Lérida, Babajoz o Alicante, pero esto es otra cosa. No llega a ser San Sebastián, pero casi.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hoy empiezas tu blog plagiando una campaña de coches, "no es lo mismo comer, que comer, no es lo mismo dormir que dormir...", creo que era bmw con su "te gusta conducir"

Indira dijo...

Leer algunos de sus comentarios me ha transportado a aquel verano del 2002 y he recordado todos esos sueños de juventud en el que todo era posible.
Felicidades!

P.s. La proxima vez que venga a Lima por favor no dude en contactarme, lo llevaré a comer a unos lugares fabulosos ;-)