miércoles, 9 de septiembre de 2009

Sin control

Esto se nos está yendo de las manos: el pasado viernes en el aeropuerto de Santander FO me dijo con toda naturalidad que seguía mi blog (Yo no había visto a Fernando más de 3 o 4 ocasiones); sólo un día antes el P me había dicho de un tirón se había leído casi desde el final de Stanford; ayer mismo me llegó un mensaje de linkeding más que sorprendente por el que pude saber que J se había convertido en un nuevo lector y que estuvo, dice, leyendo hasta las dos y media de la mañana; y para rematarlo hoy S, como la cosa más normal del mundo, cuando me iba de la Fundación me ha extendido sin mediar palabra un post-it en el que ponía “Filmoteca Cántabra”. El lunes tuve más de 100 lectores, cosa que no recuerdo que haya sucedido antes quitando el día de los churros, y ayer –sin entrada- hubo algo más de 50.

No, no me voy a hacer la víctima diciendo que qué horror. ¿Para qué escribo, si no es para que me lean? ¿Para leerme yo? No, no cuela, es un recurso manido, barato, y poco creíble. Escribo porque me gusta que me lean, estoy convencido de ello no porque lo sienta, o porque sea consciente, sino por eliminación: no se me ocurre otra razón que explique que me haya dado por esto.

Hace un rato, paseando por los Jardines de Pereda, envidiaba a mi admirado AT por esa costumbre suya de publicar los diarios 5 años después de escribirlos, y sólo después de darles un buen repaso. Así cualquiera, así podría escribir yo ahora todo lo que me pasa por la cabeza, con la tranquilidad de que en el 2014 tendría la distancia suficiente como para quitar lo que haya que quitar y dejar lo que se pueda o convenga dejar. Lo de T es una estrategia de supervivencia, sencillamente.

También pensaba en ese mismo paseo, tomando un helado de chocolate y manzana verde, en cuál puede ser el interés de este blog. Y para llegar a una respuesta tiraba de nuevo de mi amigo T. Toda vida es una novela, la mía también. Una novela apasionante con su argumento misterioso, con sus intrigas, con sus episodios oscuros, con sus personajes… Otra cosa es que no sepa, no pueda o no quiera contarla.

Hoy me he dado mi primer baño en El Sardinero. Es una playa familiar: se parece a la de Deba en la arena, en el color y la temperatura del agua, en el tipo de olas, en el tipo de algas. Es curioso lo del agua, te metes y sales nuevo. Nuevo de verdad, ahora que lo pienso por eso debe usarse la inmersión en agua para bautizarse, para nacer a una nueva vida; porque cuando estás dentro, por un momento, desaparece todo lo de fuera. Y al salir eres otro, o al menos eres el mismo pero “reiniciado”. Me he dado dos baños largos, el agua estaba muy buena y además tenía la sensación de que ese baño podía ser al mismo tiempo el primero y el último.

Desde que vine la semana pasada a Santander me está pasando algo extrañísimo: un grandísimo número de hombres que me cruzo por la calle se parecen muchísimo a mi padre, y buena parte de las mujeres son iguales que BMG. No puede ser sino sugestión, pero aunque intento abstraerme y dejarme de bobadas, me sigue pasando. Me siento como en el Show de Trhuman, como si alguien me los fuera colocando delante a posta, y les hiciera salir de las tiendas justo cuando voy a pasar.

He cenado en la Bodega del Riojano, para darle una segunda oportunidad, y sigue sin gustarme. Me he tomado los chipirones por recomendación del camarero, que me han dicho que eran la especialidad. ¡Rellenos de gambas! Sólo hay una razón por la cual se pueden querer rellenar de una especie de pasta de gambas unos chipirones: que no sean suficientemente buenos como para rellenarlos sólo de sí mismos. Es lo que pasaba hoy, además de que más que chipirones parecían sepias, y eso que el mismo camarero me ha asegurado que eran de anzuelo.

Para terminar: acabo de ver que en el hotel ofrecen diferentes tipos de masajes. De aromaterapia, de aceites esenciales, de Bambú escultor (este ya tiene su gracia), de esferas chinas… Hasta ahí todo bien. La sorpresa me la he llevado al descubrir que hay un masaje… ¡¡Cántabro!! El folleto dice, textualmente, que está “destinado a conservar y perpetuar nuestras tradiciones” Dura 50 minutos y cuesta 60 euros. Sin comentarios.

0 comentarios: