domingo, 13 de septiembre de 2009

Mapa de los sonidos de Tokio

Había que ir a verla, estando en cartel la última de “la Coixet” no tenía demasiado sentido ir a ver otra, y eso que “Frozen River” también tenía buena pinta (luego, al salir del cine, he visto que tiene un montón de premios, así que será la del domingo que viene).

Si nada más terminar la peli me preguntan que qué tal, sin dudarlo digo que bien, que bonita… O incluso que muy bonita. Ahora bien, si me preguntan por qué, o si me dan un rato para meditarlo un poco, la cosa deja de estar tan clara. Ahora pensaba, por ejemplo, si recomendársela a A para que se la baje. No, creo que le voy a decir que no merece la pena. Aunque tampoco sabría decir muy bien por qué.

En algún momento he pensado que es una especie de historia coral de amores que en realidad no son amores, que sólo parecen serlo, que son otras cosas. En ese sentido es un poco triste, porque es un poco vacía. Sí, eso es lo que me ha parecido: vacía. Vacía de… de algo, no sé, de lo que sea que pudiera llenarla. No acaba de pasar nada, y eso no sería un problema si no fuera porque se supone que sí pasa. Me parece que no me estoy explicando, lo siento. Y tampoco quiero exagerar: la película, ya lo he dicho nada más empezar, está bien. La fotografía es muy bonita, aunque dicho así me recuerda a cuando decimos de una tía no muy agraciada que es muy maja.

“Echaba de menos su silencio”. Es una de las frases con las que empieza la película, que me ha parecido una forma muy bonita de explicar lo que da la sola presencia de alguien, aunque esté en silencio, o precisamente porque está en silencio, en un silencio que puede llenar una casa por grande que sea. Según escribo me parece que precisamente eso puede ser lo que le falte a la peli, un silencio que la llene en vez de tantas palabras que la vacían. ¿Demasiado traído por los pelos? Puede que sí.

Me ha gustado mucho la imagen de las tablillas colgadas en el templo, tablillas conteniendo peticiones y deseos. Me ha recordado al muro de las lamentaciones, y a una foto que hice allí que siempre que me ha parecido que aún estando hecha desde muy cerca llegaba muy lejos, al infinito, porque contenía decenas y casi cientos de deseos, de sueños, en realidad de vidas enteras. Es, en ese sentido, una foto profunda. A mí siempre me ha gustado mucho. Está en el álbum de Jerusalen de Picassa, es esta:

http://picasaweb.google.com/lh/photo/e_rux8Pr8yFK5k-acoc9uQ?feat=directlink

Este verano, en Córcega, no hacíamos más que preguntarnos de quién serían esos peazo de barcos que llenaban todos los puertos. Son desconocidos, pensábamos, y cuanto más ricos más desconocidos. Lo leí hace mucho no sé dónde, que los verdaderamente ricos son los que no salen en las listas de Forbes. Pues bien, el otro día en el chino del Villamagna me topé con uno o dos de ellos:

Una venezolana entrada en carnes y bastante despeinada, que claramente formaba parte del séquito del Comandante C, hablaba con un español enorme que le estaba proponiendo un negocio relacionado con el gas que requería de una inversión inicial de “sólo” 600 millones de Euros. A tal efecto estaban creando –sí, creando- un banco de inversión con unos socios panameños y rusos. Otros dos países que salieron en la conversación fueron Jamaica y Quatar. Ella tenía tres móviles encima de la mesa, y él dos. Ella no paró hasta que no consiguió que el camarero le echara un par de hielos en la copa de vino tinto que se estaban tomando. El camarero, no hay ni que decirlo, no sabía a dónde mirar. ¿Cuantos milloncejos se emblosará cada uno si la cosa sale? Más de dos y más de tres, no me cabe duda.

Mañana estoy en Madrid, pero el martes me voy a Santander y ya no vuelvo hasta el viernes por la tarde. Tenemos allí un congreso internacional sobre inteligencia emocional al que vienen los mejores expertos del mundo y al que se han apuntado ¡Y pagando! casi 400 congresistas. 200 de ellos presentarán ponencias. Me apetece mucho, A me decía cuando fui ayer a ver a mi ahijada que a lo mejor aprendo un poco y consigo ser más “emocionalmente inteligente” a la hora de plantear cosas en la familia. A ver, no confío demasiado, yo creo que para esos menesteres ya soy un caso perdido. Lo único que me da un poco de pereza son las cenas, le estaba cogiendo el gusto a eso de irme yo solo a tomarme un pescadito y una ensalada de tomate.

El viernes publicó El Diario Montañés una nota, la verdad mucho más larga de lo que yo pensaba, y con foto, sobre mi nombramiento. Es un periódico local (aunque, como me comentaba C, es importante porque lo lee el jefe) pero no deja de impresionar que lo medios hablen no ya de cosas que ha hecho uno, o en las que uno ha participado, sino de uno mismo y de su nuevo trabajo. Por un lado me gustó, no voy a negarlo, aunque por otro lado habría preferido que no publicaran nada. Es como los aplausos al principio, no hacen sino meter presión. Los aplausos, si corresponden, al final. ¿No?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los aplausos hay que ganárselos día a día, como el cariño de tus seres queridos....

Anónimo dijo...

El Diario Montañés lo lee bastante gente, no creas (que se lo digan a mi suegro...)