domingo, 12 de julio de 2009

Despedidas

Esta tarde me ha dado miedo que me hubiera pasado con el cine lo que en su día me pasó con las magdalenas, o lo que temo que me pase en breve con las gelatinas de fresa. Que un día, por las buenas, sin saber por qué, o seguramente por empacho, me harte.

La oferta no animaba demasiado, pero al final me he decidido por "Despedidas", una película japonesa que algo tendría si había ganado el Óscar a la mejor película en habla no inglesa. Además de repente he caído en que el título podía querer decirme algo, que podía ser un giño del destino. No lo ha sido, porque el tema nada tenía que ver con las despedidas que yo tenía en la cabeza, pero ha merecido la pena.

Primero, por retomar una costumbre que me da mucho siempre que logre evitar que se convierta en una esclavitud. Y luego porque la película es muy bonita, y tiene algunos momentos verdaderamente preciosos. A ratos es drama y a ratos es comedia. Habla, como todas, de la vida, pero esta lo hace desde la frontera de la vida, desde la muerte. Lo hace con ternura, con cariño, con esa elegancia y esa suavidad japonesas que tanto nos admira a los occidentales. Qué bonito es, y qué lleno de signidicado está, ese gesto de entregar -y recoger- las cosas importantes con las dos manos. Y las reverencias.

El otro día, viendo en la tele una persecución por las calles de San Francisco de una película de acción, una de esas persecuciones eternas en las que varios coches de policía se van estrellando mientras el malo -a lo mejor era bueno, no lo sé- logra escaparse dejando trozos de coche por el camino. Comentábamos que es curioso que llamen películas de acción precisamente a las películas en las menos acción, en las que no pasa absolutamente nada, nada que importe, nada que signifique nada.

Está siendo curioso este mes de julio, el primero que me quedo en Madrid desde hace muchos años. No me he ido a Stanford, ni a Cartagena, ni a Becas LIDER, ni a Becas Europa, ni siquiera al un curso de verano en el Valle. No me he movido de Pozuelo, pero en cierto sentido está siendo más movido que si me hubiera ido a cualquier sitio.

Hoy pensaba, viendo la peli, en lo difícil que es concretar qué es la vida y en qué tiene sentido gastarla, y si es necesario que tenga sentido aquello en lo que la gastemos. Y en concreto pensaba en el trabajo, porque el protagonista de hoy se da cuenta al cabo de mucho tiempo que su carrera como músico había dejado de llenarle, y encuentra "su profesión", la que le llena, allí donde nunca había pensado encontrarla. Y pensaba yo, viéndole, en lo fácil que es que utilicemos el trabajo -también el trabajo- como una huída de la vida, como una excusa para no mirar a cada día a la cara, de frente, y decidir qué hacemos con él.

Pero no es tan fácil, porque si el trabajo es una huída también lo sería todo lo demás. Y la experiencia nos dice que no tiene que ser así, que de hecho normalmente no lo es. Qué gusto es tener tan cerca la experiencia, la realidad, para desfacer pajas mentales. No hay nada peor que dejar al coco que dé vueltas el sólito, sin fijarse en un punto concreto de la realidad, para marearse y no llegar a ningún sitio.

Yo siempre he trabajado en el mismo sitio, y por eso me cuesta pensar en una vida en la que el trabajo ocupa sólo el lugar de proporcionar recursos para vivir. Para mí, en buena medida, trabajar ha sido vivir y vivir ha sido trabajar. Trabajando, vivía. Y hacía ambas cosas, creo, intensamente.

¿Cambiará eso? Espero que no, confío en que no. Espero, casi sé, que sobre todo dependerá de mí, de cómo me lo plantee, y de si logro currarme la humildad suficiente para olvidar nuestra condición de pinceles.

Y hablando de otra cosa... ¡El sábado a Aurrulaque! ¿Alguien se apunta? Es una marcha por la sierra de Madrid, un poco reivindicativa, que mi señor padre lleva organizando más años de los que cree, y que puede convertirse en un plan apetecible para ir con los niños a pasar el día al monte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te vamos a echar muuuuuuucho, pero mucho mucho de menos, Moñi....

Anónimo dijo...

Hola Iñigo, entiendo bien tu sentimiento, sé que tu vida ha sido el trabajo. Creo que lo primero que podrias cambiar es eso, y dar tu vida a tu familia y amigos que no tienen por que ser los mismos del trabajo... eres un tio muy creativo y sabrás encontrale el sentido a lo que ocurre.
me hace ilusión saber que comienzas una nueva vida en el Norte... a lo mejor voy a verte y charlamos con un cafécito, cosa que deberíamos haber hecho ya en otras ocasiones.
Un abrazo y mucha suerte